Autoestop, Teranga y Baobabs
10/12/2012
" Le puits dont tu me parles, il te faudra trois semaines pour y arriver. Moi avec mon avion, dans une heure j'y serai" Le chamelier, un instant perplexe, lui repondit avec una infinie sagesse. "C'est vrai, mais alors la reste du temps que feras-tu?"
Para salir de Saint Louis tomo un siete plazas.
Me es imposible hacerme entender que quiero hacer autoestop y no estarán tranquilos hasta que no me vean subir a un coche. De hecho es mejor, la ciudad es grande y salir de allí me costaría medio día, el siete plazas sólo 2 euros.
Así que para llegar a la estación me meto en uno de los taxis, de los baratos. Son coches Renault de modelo indescifrable y antediluviano, despintado y descascarillado que consta sólo de un habitáculo de chapa oxidada, un volante, cuatro ruedas y lo que antes debía ser un motor. Cuando te montas en ellos y los ves reptar a 15km/h te percatas que la fe es mejor combustible que el gasoil.
Llego a la que podríamos llamar estación de taxis y vehículos rodantes y atiendo la hora y media antes de que se llene el coche y partir, a una velocidad de crucero de 40km/h
El paisaje es hermoso, una extensa llanura con hierbajos secos, árboles y arbustos diseminados por doquier, típico paisaje de la sabana del Sahel.
Antes de llegar al destino hacemos una parada técnica para cambiar una rueda pinchada, por otra que lo estará en el trayecto de regreso.
La parada me alivia el trasero, que esta magullado y dormido encima de una barra de hierro que es mi asiento.
Una vez llegados a Louga veo que lo que en el mapa parece una ciudad importante es un pueblo un poco grande. No hay hoteles ni nada parecido, para que los tendría que haber?
Así que pongo mis sentidos a la búsqueda y captura de un buen lugar para poner mi tienda.
A la salida el pueblo, donde me parece un lugar tranquilo donde pasar la noche, me encuentro con un gendarme, que haciendo bien su trabajo me dice que es peligroso. A mi no me lo parece, es como ir al dentista y que no te diga que tienes que lavarte los dientes.
Me aconseja que vaya a los bomberos, que seguro que allí me dejan una cama.
En los bomberos consigo hablar con el que manda, que es nuevo, y siguiendo el reglamento a rajatabla me dice que no es posible (en Senegal los bomberos forman parte del cuerpo militar y en sus edificios no puede haber civiles), que vaya a la policía que seguro que allí me dejaran una cama.
Mientras busco a la policía y pienso en la alternativa de ir a la iglesia que he visto antes aparece uno de los bomberos, ha terminado su turno y estaría agradecido que le acompañara a cenar y a dormir en su casa.
No le digo que no.
" Le puits dont tu me parles, il te faudra trois semaines pour y arriver. Moi avec mon avion, dans une heure j'y serai" Le chamelier, un instant perplexe, lui repondit avec una infinie sagesse. "C'est vrai, mais alors la reste du temps que feras-tu?"
Para salir de Saint Louis tomo un siete plazas.
Me es imposible hacerme entender que quiero hacer autoestop y no estarán tranquilos hasta que no me vean subir a un coche. De hecho es mejor, la ciudad es grande y salir de allí me costaría medio día, el siete plazas sólo 2 euros.
Así que para llegar a la estación me meto en uno de los taxis, de los baratos. Son coches Renault de modelo indescifrable y antediluviano, despintado y descascarillado que consta sólo de un habitáculo de chapa oxidada, un volante, cuatro ruedas y lo que antes debía ser un motor. Cuando te montas en ellos y los ves reptar a 15km/h te percatas que la fe es mejor combustible que el gasoil.
Llego a la que podríamos llamar estación de taxis y vehículos rodantes y atiendo la hora y media antes de que se llene el coche y partir, a una velocidad de crucero de 40km/h
El paisaje es hermoso, una extensa llanura con hierbajos secos, árboles y arbustos diseminados por doquier, típico paisaje de la sabana del Sahel.
Antes de llegar al destino hacemos una parada técnica para cambiar una rueda pinchada, por otra que lo estará en el trayecto de regreso.
La parada me alivia el trasero, que esta magullado y dormido encima de una barra de hierro que es mi asiento.
Una vez llegados a Louga veo que lo que en el mapa parece una ciudad importante es un pueblo un poco grande. No hay hoteles ni nada parecido, para que los tendría que haber?
Así que pongo mis sentidos a la búsqueda y captura de un buen lugar para poner mi tienda.
A la salida el pueblo, donde me parece un lugar tranquilo donde pasar la noche, me encuentro con un gendarme, que haciendo bien su trabajo me dice que es peligroso. A mi no me lo parece, es como ir al dentista y que no te diga que tienes que lavarte los dientes.
Me aconseja que vaya a los bomberos, que seguro que allí me dejan una cama.
En los bomberos consigo hablar con el que manda, que es nuevo, y siguiendo el reglamento a rajatabla me dice que no es posible (en Senegal los bomberos forman parte del cuerpo militar y en sus edificios no puede haber civiles), que vaya a la policía que seguro que allí me dejaran una cama.
Mientras busco a la policía y pienso en la alternativa de ir a la iglesia que he visto antes aparece uno de los bomberos, ha terminado su turno y estaría agradecido que le acompañara a cenar y a dormir en su casa.
No le digo que no.
A la mañana siguiente después de desayunar me cargo la mochila, doy las gracias y me planto en la carretera. La gente que pasa con las carretas y las mujeres equilibristas con los barreños en la cabeza me saludan sorprendidos.
No pasa media hora ni tres coches que el siguiente se detiene.
- A donde vas? Me pregunta el hombre.
- No lo se! A donde vas tu?
- Yo voy a Dahra.
- Pues yo también!
Así conozco a Modou, oriundo de Dahra y que hace años llegó a Mallorca en patera, trabaja allí. Paso tres días y dos noches en su casa, con su familia y amigos, tratado a cuerpo de rey.
Dahra está más al interior del país y todo es más tradicional, uno se da cuenta enseguida cuando los más pequeños se ponen a llorar cuando te ven y se esconden detrás de las faldas de sus madres, los más mayores, que rigen el pueblo, se acercan sorprendidos a saludarme. El francés empieza a serme igual de útil que el ruso.
Los hombres están casados con cuatro mujeres y tienen infinidad de hijos.
Todo va tomando forma de documental.
Aparece el primer Baobab.
Estas en África Pequeño Saltamontes!!
El Baobab mas que un árbol es un símbolo, es África, es naturaleza virgen, aventura, inmensidad, exotismo. La verdad es que no es muy bonito la primera vez que lo ves, no es como en las fotos de Madagascar, además en esta época del año están sin una hoja. Pero cuanto más los miras más poderosos y bonitos te parecen.
A la tercera mañana me despido agradecido por la hospitalidad y la Teranga recibidas, recojo mis bártulos y me dirijo a la carretera, con una bolsa de cacahuetes recién recogidos y sediento de más aventura.
Me siento feliz en la carretera, el viaje fluye magníficamente, mejor que en mis sueños, no me siento extraño, ni turista, me siento uno más, parte del todo.
Me da lo mismo aquí que allí. Viajando así uno se siente libre de verdad, no sólo puedo ir al lugar que me plazca aunque no haya transporte público, sino que es menos pesado. No tengo que buscar alojamiento ni luchar por los precios, ni buscar estaciones de buses, ni atenderme a horarios que nunca se cumplen, ni rastrear la ciudad en busca de un lugar económico para comer.
Viajando "into the wild" me siento un vagabundo, que se mueve, viaja para conocer, para entender el sentido de la vida, para escudriñar en la humanidad y en uno mismo para llegar a lo mas puro, a lo menos contaminado, lo indivisible.
Con este sentimiento levanto el dedo contento y feliz. "Caminante no hay camino" me digo, "el camino se hace al andar".
El primer coche se para, un 4x4 que hace las veces de transporte público y de carga. Cuanta gente cabe en uno de estos 4x4 tipo pick-up? Pues pones unos tableros de lado a lado (detrás, en el exterior) apoyados en la carrocería, en concreto cinco, a modo de bancos, uno detrás del otro, en cada banco van sentadas cinco personas, otras dos o tres de pie, un par sentados encima del capo, cuatro en los asientos traseros, tres en los delanteros, y uno o dos sentados delante, a fuera, encima del motor recostados en el para brisa del copiloto para no molestar al conductor. O sea, que en un coche de cinco plazas caben la friolera de 40 personas! No lo he preguntado pero diría que abrir una compañía de seguros en Senegal no es un buen negocio.
El conductor accede a llevarme gratis en su carricoche, que las ruedas, mas que rodar, y llegadas a una velocidad determinada, empiezan a tambalearse, haciendo bandear el montón de hierro de un lado a otro de manera muy graciosa, todavía me provoca una carcajada solo pensarlo.
Me deja en un pueblito a cuatro kilómetros de donde quiero llegar, que los hago andando. La cara de asombro de la gente y las carcajadas no son para menos. Ver a un blanco llegar cargado con la mochila en pleno solazo de mediodía, sudando la gota gorda y saludando con una sonrisa en wolof no tiene desperdicio.
En este pueblo pasé la tarde en el mercado charlando, y engullendo tes, "yassa" y "ceebu geen" sin descanso. Pasando la noche en la rebotica de una tienda de ultramarinos de un amable tendero.
Al día siguiente es el día del gran mercado semanal.
En estos pueblos hay un día de la semana que es especial, diferente a los otros, este es el día del mercado, donde toda la gente de la provincia se desplaza hasta allí para vender y comprar. Al día siguiente irán a otro mercado y así cada día. Es así como se mueve el poco dinero que circula en estos lares.
A destacar la zona donde se vende y se compra el ganado.
Pastores nómadas, de la etnia peul (fulani) llegan en tropel desde todos los puntos cardinales y se paran en las afueras, llenando una extensa superficie de rebaños, con centenares de corderos, cabras, caballos, asnos y la pintoresca vaca típica del Sahel, con su gran cornamenta y de tamaño considerable.
Discuten calmadamente los precios, el comprador revisa la mercancía como el joyero determina quilates con su monóculo. Regatean, se dan la mano y caminan abrazados mientras se despiden deseándose toda la suerte que dios quiera concederles.
No pasa media hora ni tres coches que el siguiente se detiene.
- A donde vas? Me pregunta el hombre.
- No lo se! A donde vas tu?
- Yo voy a Dahra.
- Pues yo también!
Así conozco a Modou, oriundo de Dahra y que hace años llegó a Mallorca en patera, trabaja allí. Paso tres días y dos noches en su casa, con su familia y amigos, tratado a cuerpo de rey.
Dahra está más al interior del país y todo es más tradicional, uno se da cuenta enseguida cuando los más pequeños se ponen a llorar cuando te ven y se esconden detrás de las faldas de sus madres, los más mayores, que rigen el pueblo, se acercan sorprendidos a saludarme. El francés empieza a serme igual de útil que el ruso.
Los hombres están casados con cuatro mujeres y tienen infinidad de hijos.
Todo va tomando forma de documental.
Aparece el primer Baobab.
Estas en África Pequeño Saltamontes!!
El Baobab mas que un árbol es un símbolo, es África, es naturaleza virgen, aventura, inmensidad, exotismo. La verdad es que no es muy bonito la primera vez que lo ves, no es como en las fotos de Madagascar, además en esta época del año están sin una hoja. Pero cuanto más los miras más poderosos y bonitos te parecen.
A la tercera mañana me despido agradecido por la hospitalidad y la Teranga recibidas, recojo mis bártulos y me dirijo a la carretera, con una bolsa de cacahuetes recién recogidos y sediento de más aventura.
Me siento feliz en la carretera, el viaje fluye magníficamente, mejor que en mis sueños, no me siento extraño, ni turista, me siento uno más, parte del todo.
Me da lo mismo aquí que allí. Viajando así uno se siente libre de verdad, no sólo puedo ir al lugar que me plazca aunque no haya transporte público, sino que es menos pesado. No tengo que buscar alojamiento ni luchar por los precios, ni buscar estaciones de buses, ni atenderme a horarios que nunca se cumplen, ni rastrear la ciudad en busca de un lugar económico para comer.
Viajando "into the wild" me siento un vagabundo, que se mueve, viaja para conocer, para entender el sentido de la vida, para escudriñar en la humanidad y en uno mismo para llegar a lo mas puro, a lo menos contaminado, lo indivisible.
Con este sentimiento levanto el dedo contento y feliz. "Caminante no hay camino" me digo, "el camino se hace al andar".
El primer coche se para, un 4x4 que hace las veces de transporte público y de carga. Cuanta gente cabe en uno de estos 4x4 tipo pick-up? Pues pones unos tableros de lado a lado (detrás, en el exterior) apoyados en la carrocería, en concreto cinco, a modo de bancos, uno detrás del otro, en cada banco van sentadas cinco personas, otras dos o tres de pie, un par sentados encima del capo, cuatro en los asientos traseros, tres en los delanteros, y uno o dos sentados delante, a fuera, encima del motor recostados en el para brisa del copiloto para no molestar al conductor. O sea, que en un coche de cinco plazas caben la friolera de 40 personas! No lo he preguntado pero diría que abrir una compañía de seguros en Senegal no es un buen negocio.
El conductor accede a llevarme gratis en su carricoche, que las ruedas, mas que rodar, y llegadas a una velocidad determinada, empiezan a tambalearse, haciendo bandear el montón de hierro de un lado a otro de manera muy graciosa, todavía me provoca una carcajada solo pensarlo.
Me deja en un pueblito a cuatro kilómetros de donde quiero llegar, que los hago andando. La cara de asombro de la gente y las carcajadas no son para menos. Ver a un blanco llegar cargado con la mochila en pleno solazo de mediodía, sudando la gota gorda y saludando con una sonrisa en wolof no tiene desperdicio.
En este pueblo pasé la tarde en el mercado charlando, y engullendo tes, "yassa" y "ceebu geen" sin descanso. Pasando la noche en la rebotica de una tienda de ultramarinos de un amable tendero.
Al día siguiente es el día del gran mercado semanal.
En estos pueblos hay un día de la semana que es especial, diferente a los otros, este es el día del mercado, donde toda la gente de la provincia se desplaza hasta allí para vender y comprar. Al día siguiente irán a otro mercado y así cada día. Es así como se mueve el poco dinero que circula en estos lares.
A destacar la zona donde se vende y se compra el ganado.
Pastores nómadas, de la etnia peul (fulani) llegan en tropel desde todos los puntos cardinales y se paran en las afueras, llenando una extensa superficie de rebaños, con centenares de corderos, cabras, caballos, asnos y la pintoresca vaca típica del Sahel, con su gran cornamenta y de tamaño considerable.
Discuten calmadamente los precios, el comprador revisa la mercancía como el joyero determina quilates con su monóculo. Regatean, se dan la mano y caminan abrazados mientras se despiden deseándose toda la suerte que dios quiera concederles.
Los nómadas peul son fáciles de distinguir, son altos y delgados, con vestimentas simples, una larga túnica, pantalones "bombachos" y chanclas, una bolsita de cuero colgada al cuello donde llevan el tabaco puro machacado y el hueso de cabra que usan a modo de pipa, y siempre llevan una vara larga de madera en la mano, siempre, forma parte de ellos, con ella y unos cuantos sonidos guturales pueden dirigir a un rebaño con centenares de vacas y corderos.
Bien visitado el mercado y hablado con los pastores mediante el idioma universal de los signos y sonrisas me dispongo a partir de nuevo. Mientras reposo a la sombra de un baobab al lado de la carretera se para un 4x4.
-A donde vas?- Me pregunta el que habla francés.
Y le muestro el papel donde llevo los nombres de los pueblos, que se encuentran sobre esta dirección, y que llevo apuntados, ya que mi pronunciación no siempre es inteligible y yo todavía no hablo bien el francés, lo estoy aprendiendo.
Nosotros vamos a Velingara, pero te podemos dejar a Barkaedji que esta en tu dirección. Así que me subo detrás, encima de las mercancías.
Llegados a este pueblo, doy las gracias y me siento en una sombra, abro el mapa para saber donde estoy, para saber donde esta Velingara y para saber que demonios voy a hacer ahora.
Velingara sale en el mapa, esta justo en el centro del país, parece ser un pueblo pequeño y por lo que veo muy perdido ya que no salen ninguna carretera ni camino marcados.
Vuelvo donde me bajé del coche.
Todavía no se ha ido. A veces me encanta esta lentitud africana, puedes avanzarte a lo que va a suceder.
Hablo con el chico y le pregunto si puedo seguir con ellos hasta allí y si dentro de un par o tres de días encontraré algún modo de salir de allí. Se ponen a reír y me dicen que suba otra vez.
Me agarro donde puedo mientras cruzamos campo abierto, dando saltos y bandazos con el 4x4, esquivando ramas con sed de venganza y comiendo polvo.
Así más de una hora.
Me siento como un niño en un tiovivo, no quiero que termine, estoy feliz, naturaleza pura, animales y vegetación vírgenes, grupitos de cabañas de vez en cuando.
Pequeño Saltamontes, esto promete.
Cada día me sorprende con algo diferente al anterior.
Cuando no esperas nada del futuro cada decisión es acertada.
Vamos a Velingara, cuna de la etnia de los Peul.
Finalmente me quedare en Velingara un mes entero!
Bien visitado el mercado y hablado con los pastores mediante el idioma universal de los signos y sonrisas me dispongo a partir de nuevo. Mientras reposo a la sombra de un baobab al lado de la carretera se para un 4x4.
-A donde vas?- Me pregunta el que habla francés.
Y le muestro el papel donde llevo los nombres de los pueblos, que se encuentran sobre esta dirección, y que llevo apuntados, ya que mi pronunciación no siempre es inteligible y yo todavía no hablo bien el francés, lo estoy aprendiendo.
Nosotros vamos a Velingara, pero te podemos dejar a Barkaedji que esta en tu dirección. Así que me subo detrás, encima de las mercancías.
Llegados a este pueblo, doy las gracias y me siento en una sombra, abro el mapa para saber donde estoy, para saber donde esta Velingara y para saber que demonios voy a hacer ahora.
Velingara sale en el mapa, esta justo en el centro del país, parece ser un pueblo pequeño y por lo que veo muy perdido ya que no salen ninguna carretera ni camino marcados.
Vuelvo donde me bajé del coche.
Todavía no se ha ido. A veces me encanta esta lentitud africana, puedes avanzarte a lo que va a suceder.
Hablo con el chico y le pregunto si puedo seguir con ellos hasta allí y si dentro de un par o tres de días encontraré algún modo de salir de allí. Se ponen a reír y me dicen que suba otra vez.
Me agarro donde puedo mientras cruzamos campo abierto, dando saltos y bandazos con el 4x4, esquivando ramas con sed de venganza y comiendo polvo.
Así más de una hora.
Me siento como un niño en un tiovivo, no quiero que termine, estoy feliz, naturaleza pura, animales y vegetación vírgenes, grupitos de cabañas de vez en cuando.
Pequeño Saltamontes, esto promete.
Cada día me sorprende con algo diferente al anterior.
Cuando no esperas nada del futuro cada decisión es acertada.
Vamos a Velingara, cuna de la etnia de los Peul.
Finalmente me quedare en Velingara un mes entero!