Visto y no visto
Atrás dejé la provincia italiana del Friuli, la más nororiental del país que me cautivó durante más de seis meses, con una lengua que parece otra cosa que italiano y unas maneras más austríacas que latinas.
Al Norte, Austria, y al Este Eslovenia forman una triple frontera en las alturas de los Alpes donde se han encontrado diferentes culturas en distintas épocas. En el día de hoy y en mi imaginación separa la Europa mediterránea de carácter fogoso, don juanes latinos, aceite de oliva y buen vino con la bien-estante sociedad y aburrida cocina de mantequilla de la Europa del ceño fruncido o del norte: y en tercer lugar donde empieza la Europa de los eslavos donde me dirijo y en donde apenas conozco el nombre de los países que la forman.
El paisaje es exuberante: montañas, bosques, prados con lagos y casitas que me recuerdan a los pósteres pegados en las paredes de los restaurantes orientales de mi ciudad natal. Buenas acampadas en las alturas que me hacen sentir frío por el cual no estoy equipado. Prados en donde los joviales ciervos se paran a mirarme curiosos y se alejan gruñendo mostrándome su cola elevándose a saltitos hacia el cielo.
Cerca de la frontera la verdad es que no se nota gran diferencia y da lo mismo el país que se pisa, aquí mandan las montañas, las rocas y la nieve y por la carretera corren los mismos coches caros con diferentes placas. Lo que me indica la dirección y en que país me encuentro es el Monte Triglav, la montaña más alta del país de los eslovenos y símbolo nacional abanderado; en tierra italiana lo tenia siempre a la derecha y ahora lo tengo a la izquierda.
El autoestop funciona maravillosamente y en el mismo día de cruzar la frontera me planto en la capital, Ljubljana, que con su nombre impronunciable me vaticina un cambio de cultura donde el idioma será la máxima barrera.
En dicha ciudad mi amiga Anna no me espera pero me recibe con los brazos abiertos, como si hubiéramos acordado la cita de antemano.
El centro de la pequeña ciudad del pequeño país es precioso; calles peatonales, cultura de terraza, el rio con sus puentes y estatuas, los edificios significativos. Todo bien prolijo, como dirían los argentos, no hay una mota de polvo en todo el país, y al encender mi primer cigarrillo en la plaza principal dudé por unos segundos si es que se podía fumar en público.
Gente amable y educada, guapa, con más rubias que morenas. Muchas bicicletas, mucho deporte. Eslovenia es un país verde en todos los sentidos y sus habitantes están plenamente concienciados de ello.
Ljubljana está en pleno centro del país con la mayoría de la población concentrada en ella, aunqué sean pocos. Tienen la suerte (y lo saben aprovechar) que lo tienen todo a mano, en diez minutos están en las afueras de la ciudad rodeados de verde y vestidos de nailon, pueden escalar, caminar entre paisajes que quitan la respiración, ir en barquita por los lagos e incluso bañarse en la playa mediterránea aunque no sea un país conocido por sus kilómetros de costa.
En poco más de una hora están fuera de su país sea en cualquier dirección, y en dos, pueden comer sentados en terrazas de culturas dispares a la suya.
Esta también fue mi suerte, y con Anna salimos en coche un par de tardes a visitar los alrededores de ensueño.
Pero, donde está la exyugoslavia?
Y los Balcanes?
El frío se dejaba notar ya, es hora de irse a tierras sureñas bañadas por la costa de mi mar, el Mare Nostrum.
Me cuelgo la mochila y me pongo en camino dirección sur terminando de conocer el resto del país y sus gentes acogedoras que viven rodeados de naturaleza bien conservada, tan confusos de ver a un caminante solitario tanto como a una bolsa de plástico en una cuneta.
Gente amable y educada, guapa, con más rubias que morenas. Muchas bicicletas, mucho deporte. Eslovenia es un país verde en todos los sentidos y sus habitantes están plenamente concienciados de ello.
Ljubljana está en pleno centro del país con la mayoría de la población concentrada en ella, aunqué sean pocos. Tienen la suerte (y lo saben aprovechar) que lo tienen todo a mano, en diez minutos están en las afueras de la ciudad rodeados de verde y vestidos de nailon, pueden escalar, caminar entre paisajes que quitan la respiración, ir en barquita por los lagos e incluso bañarse en la playa mediterránea aunque no sea un país conocido por sus kilómetros de costa.
En poco más de una hora están fuera de su país sea en cualquier dirección, y en dos, pueden comer sentados en terrazas de culturas dispares a la suya.
Esta también fue mi suerte, y con Anna salimos en coche un par de tardes a visitar los alrededores de ensueño.
Pero, donde está la exyugoslavia?
Y los Balcanes?
El frío se dejaba notar ya, es hora de irse a tierras sureñas bañadas por la costa de mi mar, el Mare Nostrum.
Me cuelgo la mochila y me pongo en camino dirección sur terminando de conocer el resto del país y sus gentes acogedoras que viven rodeados de naturaleza bien conservada, tan confusos de ver a un caminante solitario tanto como a una bolsa de plástico en una cuneta.