Ramadán, cerdos y diamantes
08/08/2013
Aparece un taxi tipo coche compartido, todavía en la olvidada frontera entre Guinea Bissau y Guinea.
A pesar de que nos encontramos en plena estación lluviosa, hace un sol demasiado radiante y un calor bochornoso empañado de una humedad que complica la ya de por sí complicada tarea de ayunar durante las horas de sol como deber sagrado.
El conductor y sus jóvenes ayudantes nos hacen saber que aquí en Guinea los coches Renault como el suyo pueden transportar tantas personas cuantas quepan en el interior del mismo, al contrario que en sus países vecinos donde se permite un máximo de siete pasajeros (dicho también que las palabras permite y máximo toman en África un significado difuso y relativo).
Convenido el precio justo por ambas partes nos montamos los doce que cupimos y emprendimos el largo trayecto.
Todavía no nos conocíamos entre nosotros, durante el tiempo requerido por las negociaciones del precio del billete con el conductor se respira en todos los casos un ambiente tenso, en estos momentos nadie es amigo, todos desconfiamos de todos. Pero solo es un mero trámite, una vez el coche ha arrancado y los pasajeros y la carga se han acomodado, o mejor dicho, amontonado, empiezan a aparecer manos que se ofrecen unas a otras comida o caramelos, o fruta, bollos, agua, ..., y empieza la charla, las risas, los cumplidos, los grupitos afines, la música, los lloros de los más pequeños, a preguntar cosas al feliz hombre blanco, a invitarle a sus casas, ...
En el paisaje de verde intenso y de campos de cultivo labrados con esperanza hay algo diferente, pero, qué es???....
Claro!!! una montañaaaaaa!!
Desde que dejé el Rift marroquí y las pedregosas colinas del Sáhara Occidental no me había encontrado todavía con una sola montaña siquiera, toda la zona del desierto y del Sahel era llano, pero lo he dejado atrás y delante de mi se aparece una cordillera de montañas de espeso bosque húmedo, que en estación de lluvias se crean bonitos saltos de agua en los acantilados de grafito, con sanos ríos donde bañarse, donde las mujeres se reúnen cada día para lavar la ropa o coger agua y los niños juegan a pescar.
E irremediablemente las lluvias torrenciales también crean bonitos barrizales donde encallar un coche, destruyen carreteras ya de por si deconstruidas, y otros etcéteras que en verdad no importan, son los daños colaterales de que la vida continúe un año más.
A mucha gente le parecen incómodos este tipo de vehículos o transporte cuando se viaja, pero es una de las cosas que uno más recuerda de un viaje, de las cosas más emocionantes y donde se conoce siempre a gente interesante, donde se entablan conversaciones que en mi tierra no existen, estas carreteras embarradas, sinuosas, pasarte dos horas arreglando el coche cuando se para, de barro hasta las rodillas sacando el viejo trasto que se ha hundido en él, esas paradas para comer y mear, esas vendedoras que aparecen de repente en el medio de la nada para venderte frutas y toda suerte de productos locales con medio cuerpo dentro del coche, esas esperas en la rivera de un bonito rio a que venga la plataforma de hierro que lo cruza atado a un cable de lado a lado, las paradas programadas para rezar, que el conductor pare en una aldea remota para encontrarse con su coupine con intención inamovible de que no se continua el viaje hasta la mañana siguiente, durmiendo cada uno en casa de alguien diferente, .…
Aparece un taxi tipo coche compartido, todavía en la olvidada frontera entre Guinea Bissau y Guinea.
A pesar de que nos encontramos en plena estación lluviosa, hace un sol demasiado radiante y un calor bochornoso empañado de una humedad que complica la ya de por sí complicada tarea de ayunar durante las horas de sol como deber sagrado.
El conductor y sus jóvenes ayudantes nos hacen saber que aquí en Guinea los coches Renault como el suyo pueden transportar tantas personas cuantas quepan en el interior del mismo, al contrario que en sus países vecinos donde se permite un máximo de siete pasajeros (dicho también que las palabras permite y máximo toman en África un significado difuso y relativo).
Convenido el precio justo por ambas partes nos montamos los doce que cupimos y emprendimos el largo trayecto.
Todavía no nos conocíamos entre nosotros, durante el tiempo requerido por las negociaciones del precio del billete con el conductor se respira en todos los casos un ambiente tenso, en estos momentos nadie es amigo, todos desconfiamos de todos. Pero solo es un mero trámite, una vez el coche ha arrancado y los pasajeros y la carga se han acomodado, o mejor dicho, amontonado, empiezan a aparecer manos que se ofrecen unas a otras comida o caramelos, o fruta, bollos, agua, ..., y empieza la charla, las risas, los cumplidos, los grupitos afines, la música, los lloros de los más pequeños, a preguntar cosas al feliz hombre blanco, a invitarle a sus casas, ...
En el paisaje de verde intenso y de campos de cultivo labrados con esperanza hay algo diferente, pero, qué es???....
Claro!!! una montañaaaaaa!!
Desde que dejé el Rift marroquí y las pedregosas colinas del Sáhara Occidental no me había encontrado todavía con una sola montaña siquiera, toda la zona del desierto y del Sahel era llano, pero lo he dejado atrás y delante de mi se aparece una cordillera de montañas de espeso bosque húmedo, que en estación de lluvias se crean bonitos saltos de agua en los acantilados de grafito, con sanos ríos donde bañarse, donde las mujeres se reúnen cada día para lavar la ropa o coger agua y los niños juegan a pescar.
E irremediablemente las lluvias torrenciales también crean bonitos barrizales donde encallar un coche, destruyen carreteras ya de por si deconstruidas, y otros etcéteras que en verdad no importan, son los daños colaterales de que la vida continúe un año más.
A mucha gente le parecen incómodos este tipo de vehículos o transporte cuando se viaja, pero es una de las cosas que uno más recuerda de un viaje, de las cosas más emocionantes y donde se conoce siempre a gente interesante, donde se entablan conversaciones que en mi tierra no existen, estas carreteras embarradas, sinuosas, pasarte dos horas arreglando el coche cuando se para, de barro hasta las rodillas sacando el viejo trasto que se ha hundido en él, esas paradas para comer y mear, esas vendedoras que aparecen de repente en el medio de la nada para venderte frutas y toda suerte de productos locales con medio cuerpo dentro del coche, esas esperas en la rivera de un bonito rio a que venga la plataforma de hierro que lo cruza atado a un cable de lado a lado, las paradas programadas para rezar, que el conductor pare en una aldea remota para encontrarse con su coupine con intención inamovible de que no se continua el viaje hasta la mañana siguiente, durmiendo cada uno en casa de alguien diferente, .…
Estaba contento de estar rodeado de montañas, además, el ambiente no era tan caluroso y cuando el sol empezaba a bajar la sensación era incluso de frio. Así que decidí enmarañarme por esos hermosos paisajes de vacas pastando, ríos de pura agua, ambiente sosegado, en pueblos que lo difícil no es llegar sino salir, siendo el mejor o único día de continuar viaje el día de mercado, el día más esperado de la semana.
Da lo mismo si es lunes que jueves o domingo, los días en estas latitudes africanas son siempre iguales. Normalmente se sabe en qué día se vive teniendo en cuenta cuantos días faltan para el día de mercado, o sabiendo en que aldea vecina es el mercado.
Es el día de abastecerse, de vender, de jugar, de vestirse con las mejores galas, ir a la pelu, dar las buenas nuevas de tus vecinos, comer carne, etc. Un día que empieza muy temprano y termina tarde y cansado.
Además estamos en el mes de Ramadán y conforme pasan los días y las horas cada vez se nota más en las caras de la gente y en su energía.
Que alegría cada día cuando se marcha el sol, se reza por penúltima vez y luego todo el mundo de cuclillas a comer en comunidad los platos típicos de este mes de ayuno. Auténticos yantares que saben a gloria divina, en pocos minutos, por no decir segundos, los boles que antes estaban llenos a rebosar de comida recién salida del fuego pierden todo interés por parte de los comensales, solo los más pequeños rebañan con la mano lo que los mayores hemos dejado para que coman más. Acto seguido, y sobre todo en esta región de Fouta Djalon habitada por los Peul, nos vamos unos cuantos a casa de alguien y nos sentamos en el suelo con la barriga llena a más no poder y empezamos a cocer el té con sosiego, con la piel de la cara con otro tono y los ojos que vuelven a tener ese brillo de vida. Se ríe y se comenta el día, se cuentan cuentos e historias y se hace tiempo antes de ir a rezar por última vez, y después, la cena!
Para Guinea tengo un visado de solo un mes. Por una parte me parece fatal ya que no quiero dejarme ninguna provincia por conocer y Guinea es bastante grande. Por otro lado me parece bien probar de ir más rápido a ver cómo me sienta. Mi cuerpo me pide un ritmo de viaje tranquilo para aprender y convivir más tiempo con las gentes que me acogen, al que se suma mi decisión por no faltar al respeto rechazando tal hospitalidad. Y a nivel práctico uno aprende a no hacer planes temporales en África, con el alto riesgo de perder la paciencia y el juicio que esto conlleva en tal frenesí occidental.
Dejo atrás la tierra de los Peul y me voy a la caótica capital, Conakry. Una típica urbe africana donde el caos organizado hace de la vida algo más divertido y en donde la monotonía, si uno quiere, no existe.
Mucha lluvia y mucho tráfico.
No recordaba tal desbarajuste de coches desde Mauritania.
Conakry está en una península y tiene unos ochenta kilómetros de largo, aunque no es muy ancha. Hay un par de vías para ir de un lado al otro de la ciudad. Los días que quería ir al centro a dar una vuelta o visitar embajadas tenia que madrugar a las siete, sino es imposible llegar la misma mañana. Los dos carriles de ida y los dos de vuelta se transforman por la mañana en cuatro de ida y por la tarde en cuatro de vuelta. Y lo digo literalmente. Algún coche despistado que por la mañana quiere volver del centro se encuentra que centenares de coches le invaden sus carriles en dirección opuesta!
Los buses van llenísimos, al igual que los taxis, incluso los coches particulares hacen las veces de taxis para sacarse un dinerito. Como la mayor parte del trayecto se esta parado, decenas de vendedoras, pedigüeños, predicadores, etc. no paran de intentar vender lo que pueden, como todo el mundo ayuna durante este mes, y los que no al menos se esconden, no se vende comida ni bebida, sino que hay más variedad de productos de fabricación asiática, destacando paraguas, linternas, tarjetas SIM, pañuelos de papel y cantidad de cosas inservibles que a los africanos, no sé porqué, les gusta tener.
Como consecuencia de tales problemas de tráfico se crean empleos de lo más variopintos. Como en África es tradición en los laterales de las carreteras no suelen existir aceras, todo es tierra. Nosotros en nuestra ciudad cuando una parcela no esta asfaltada o con cemento decimos que es un parque, aquí cuando algo esta asfaltado o con algún tipo de manipulación por parte del hombre, es una carretera. Así que los laterales se transforman en carriles adicionales, carriles para cambiar de dirección, mercados, paso para transeúntes y carretas de tracción animal, caminos que los taxistas aprovechan para adelantar posiciones en la cola sin saber, ni importar, que por culpa de esto se origina el caos.
Y de todo esto aparecen hombres con un silbato o sin él que si les das unas monedas se dedican a poner piedras delante las ruedas de los coches vecinos, así ellos no pueden avanzar y tú si, cuando has pasado tú, van a los coches donde han puesto las piedras y les piden unas monedas, sino, no quitan la piedra.
Al ver mi cara de incrédulo mientras piden las monedas al conductor te miran como si uno se extrañase de que dos por dos son cuatro.
Después seguramente el conductor pedirá dinero a los pasajeros argumentando con la misma lógica del dos por dos que somos nosotros los que tenemos que sufragar los gastos. Hasta que venga la policía de tráfico, del mismo modo considerada como en nuestra tierra, y se discuta durante largo rato y con un ruido ambiental tremendo quién tiene que pagar este peaje, sin que nadie se pregunte sobre su naturaleza.
Aquí se discute sin un objetivo, se discute y ya está.
Otros, mientras están sentados delante de algún establecimiento ponen piedras o leña para cortar el paso, con más o menos el mismo resultado que en el caso anterior. En fin, las peculiaridades de la vida africana se multiplican exponencialmente en una gran ciudad. Donde me costó más de lo normal conseguir el caro visado para Costa de Marfil.
Dejando la capital y a la gente que me ha cuidado, como siempre, como a un miembro más de la familia, continuo bajando, pasando por tierras de los Sosso, Kissis, Mandingas, etc. La ciudad más al sur que hace frontera con Costa de Marfil es N'zérékoré donde en estos días se están matando a machetazo limpio por las calles.
En todo el país hay mucha rivalidad entre las diferentes etnias que habitan, unas setenta, y en esta ciudad fronteriza ha explotado el odio y se ha convertido en baño de sangre gratuito, primero por ser de una etnia u otra y enseguida se confunde con tema religioso y se empiezan a quemar mezquitas e iglesias extrapolando así el problema a las demás etnias que en principio no tenían nada que ver.
Así que por el momento no iré para allí y decido adentrarme más adentro y perderme en el interior de la provincia de Forêt y hurgar por allí a ver si encuentro alguna frontera donde me dejen entrar dentro del plazo al país vecino. No tengo mucho tiempo pero lo puedo conseguir.
Y e aquí que voy a parar en una pequeña aldea de buscadores de diamantes.
El ambiente no es hostil, pero si que veo algún tipo de recelo de que un blanco este merodeando por allí. Todo el mundo cree que vengo a comprar terrenos para sacar diamantes, sino, porqué está aquí?
Los grandes terratenientes, ricos y con pinta a "no me fiaré de ti jamás", me hacen llamar a sus mansiones para "invitar al blanco a tomar el té" y de paso lo acribillo a preguntas maliciosas para conocer sus verdaderas intenciones.
No es la primera ni última vez que me pasa.
Qué sentido tiene viajar por el mero hecho de viajar?
Algo tengo que sacar!
Seguro que te paga el gobierno.
O eres espía.
O aún peor, antropólogo.
O de esos que vienen a robar nuestros secretos mágicos para venderlos a occidente y hacerte rico a nuestra costa, o ..., o..., o…
Yo, antes de llegar aquí no tenia ni idea de a donde iba, pero en fin, en unos días ya todo el mundo me conocía y era como del barrio.
La gente que mora en esta aldea no es nacida aquí, nadie, todo el mundo viene aquí a hacer fortuna si la suerte esta de su lado, saben que con un golpe de suerte y años de experiencia pueden pasar de la más absoluta miseria a ser millonarios. Así que en estos tiempos difíciles cada día acude más gente para quedarse.
No existe una mina en si, no como las conocemos, sino que en toda la planicie de una vasta región se reúnen las condiciones necesarias para que el carbono cristalice de la manera más pura posible y con ayuda de milenios se forme el codiciado material.
Subido en una colina y hasta donde llega la vista se pueden ver todo de montículos de tierra removida una y otra vez de un lado a otro, riachuelos de agua para lavar la tierra, cuando terminan de un lado siguen al otro, sin un orden aparente.
Se puede escarbar por libre, la mayoría de terrenos no pertenecen a nadie, al menos, los menos "ricos", los terrenos más codiciados son de alguien con dinero que tiene gente que escarba para él. A los chicos les agrada escarbar para otros, de esta manera si durante una semana no das con ninguna piedra preciosa el amo te asegura un sueldo fijo, aunque irrisorio, algo es algo. En el caso que encuentren algo tiene la obligación de vender este algo al amo que lo paga al precio estipulado asegurándose así una especie de monopolio, evitando que se vaya al mercado negro a vendérselo a otro.
El mercado de diamantes está en el centro, cuando se llega uno se da cuenta de que ya ha llegado, todo esta lleno de hombres, por lo general de una edad avanzada, con mirada de rufianes, algunos están sentados en algún tronco o madera, otros tienen una pequeña habitación de unos tres metros cuadrados donde hay una pequeña mesa, una balanza, una libreta llena de números y una lente rudimentaria para escudriñar la calidad de las piedras.
Y es que hay mucho diamante, no como para hacerse rico, sino al menos para sobrevivir. Es tal la cantidad que en los días de lluvia fuerte y persistente los niños pequeños salen a la calle a recoger diamantes de las cunetas, ya que con la lluvia "los diamantes salen". O por ejemplo, en uno de los barrios del pueblo hay tal cantidad que está prohibido buscarlos, ya que se teme que las cabañas se caigan al suelo debido al afán de rebuscar por todas partes y a toda costa. Algunos compran un terreno en este barrio y se construyen una cabaña o habitación y no la usan para vivir, sino para escarbar dentro.
Hablan de los diamantes como si fueran seres vivos, se oyen muchas historias de diamantes perdidos, otros de grandes, los amarillos o azules, estas historias se han contado tantas veces y de bocas diferentes que ya están tomando el calificativo de leyendas.
Los buscadores más jóvenes se arriesgan a escarbar túneles. Hay ciertos lugares donde se especula que los diamantes se encuentran a cierta profundidad, dependiendo de condiciones geológicas y geográficas hay distintos puntos donde abundan.
Cuando se remueve la tierra no se desperdicia ni un centímetro cúbico de ella, por si acaso.
Incluso alrededor de donde se escarban los agujeros se juntan grupos de mujeres con diferentes barreños, así, cuando los jóvenes salen de los agujeros se meten directo en una de las palanganas llenas de agua y se quitan la ropa. Las mujeres les limpiaran la ropa gratuitamente, a cambio, ellas volverán a "lavar" la tierra que han sacado de la ropa sucia y se quedaran con los granitos y polvo de diamante (o de oro en el caso de las minas de este metal).
Así que los jóvenes empiezan a escarbar los agujeros con una especie de pico pequeño mientras otros "lavan" el material que va sacando. Poco a poco, día tras día, se gana profundidad en este hoyo de unos dos palmos de diámetro. Y porqué de dos palmos? pues porque aunque se lave también la tierra que se escarba lo importante es bajar a las profundidades, unos 25 metros, donde hay más probabilidad de encontrar buen material. La consecuencia es que en un agujero de este diámetro solo se pueden adentrar los niños de más o menos unos diez años.
Para luchar contra el pánico, antes de entrar se fuman un porro de marihuana, se atan un cabo de la cuerda a los tobillos, un saquito donde meter el material escarbado y los mayores lo bajan cabeza abajo dentro de este minúsculo y claustrofóbico agujero donde se ocultan sus esperanzas y se fuman sus sueños.
Llegada a una cierta profundidad el aire se enrarece, momento ideal de abrir otro agujero unos diez metros al lado de este y abrir un túnel en horizontal que los comunique y haga las veces de chimenea creando corriente de aire de un túnel al otro y así poder ir más lejos. Antes de hacer las chimeneas se construyen unos sopladores con un par de maderas y una bolsa de plástico que hace las veces de membrana para hacer aire y llevarlo al fondo del hoyo con un tubo. Como el que hincha un colchón en la playa.
Cada quince días corre la noticia que alguno de los muchísimos túneles se ha derrumbado, demasiadas veces con alguien dentro.
Así que estuve unos diez días buscando diamantes con los jóvenes que me dieron alojamiento.
Uno de ellos, un amigo, es un artiste, es decir, un joven nacido en alguna ciudad grande con aires de cosmopolita de la capital que a su modo, y dentro de los cánones de moda musical de los jóvenes de hoy, se dedica a hacer música. Una mezcla de hip-hop (muy de moda entre los jóvenes africanos), R&B, algo de Reggea con toques y vestimentas a lo brother del Bronx.
Gustos aparte, siempre que aparece un artiste entre un grupo de jóvenes se convierte en el cabecilla y en el que marca tendencia. Todos lo siguen y admiran.
Volviendo al día en que llegué aquí, a Banankoro, o mejor dicho, cuando amaneció dentro de la cabaña de barro deshabitada donde pasé unas breves horas de sueño, me fui al bar a tomarme una tacita de delicioso café guinéen y justo a mi lado y entre un grupito de trabajadores del mercado estaba sentado Big Manandja (nótese que la palabra manandja es la transcripción fonética fulani de Manager en inglés, con acento del citado Bronx neoyorquino), ataviado con ropa moderna perfectamente conjuntada y aderezada con pulseras varias. Me fijé enseguida que tenia el actuar propio del artista famoso que no sabe lo que es el arte, egocéntrico-narcisista, que cuando hablaba sólo lo hacía si era para magnificar su persona o ser el centro de atención, lo demás no le interesaba, o mejor dicho, era menos importante que sus quehaceres mundanos. Pero hablando con la gente de donde estaba sentado tomando el café y fumando un cigarrillo fue él quién me propuso que me podía quedar a su casa los días que hiciera falta.
Y allí empezó todo.
La cabaña en realidad era una pequeña habitación donde una cuadrilla de jóvenes de la aldea, y a la vez buscadores de diamantes, utilizaba cómo el típico local de amigos, para fumar porros a escondidas y utilizar la cama que ocupaba toda la habitación para disfrutarla con sus novias.
Allí compartiría cama y miles de aventuras con un buen puñado de jóvenes de diferentes edades.
Volviendo a Big, esa misma tarde entendí el porqué me ofreció alojamiento más rápido que el resto de compadres cafeteros.
Él vio en mí una magnífica manera de promocionar el concierto que daría dentro de unos cuatro días, coincidiendo con una de las fiestas más importantes del año, el Eid Al Filtr o fiesta final del Ramadán, dónde todo vuelve a ser válido y se recupera el tiempo “perdido”.
Poco a poco la gente me empezaba a conocer, claro, era el único blanco que había aparecido por aquí desde hacía vete a saber cuando, todo el mundo sabía donde me alojaba y durante el tiempo que estuve allí vinieron de visita a la familia de la casa medio pueblo "a pedir sal", la policía me había enseñado la comisaria y tomado los datos "para mi seguridad", el hombre más pudiente me había invitado ya a su casa, en los bares y restaurantes ya no me dejaban pagar, las familias me ofrecían a sus hijas (o se ofrecían ellas solas), y todo esto y más siempre con mi inseparable amigo Big. Cuanto más conocido era yo, más lo era él y su evento.
Pronto, y para centrar el foco en su persona, empezó a inventar historias.
Él no sabía que yo me defendía con los rudimentos de la lengua Dioula, hermana del Bambara y de la lengua que allí se hablaba mayoritariamente, el Malinké; hijas todas ellas del Mandinga.
Así que podía entrever lo que se decía en las conversaciones, sobretodo cuándo se habla de tu persona, aunque no lo podía hablar (en África suele pasar que diferentes grupos étnicos se entienden entre ellos pero no pueden hablar la otra lengua).
Primero resulta que yo era un buen amigo suyo desde hacía ya unos años, que nos conocimos en Conakry, y que aparecí por sorpresa a Banankoro al enterarme que él actuaba allí (en la otra punta del largo país!). Luego continué siendo su amigo, que resulta que era músico también y que estaba súper interesado en su estilo. Luego pasé a ser un productor norteamericano que había venido expresamente desde a saber donde para presenciar la estrena del nuevo disco y sus nuevos bailes, para, en principio, llevármelo conmigo para USA, y de esta manera el poder vacilar a las tías buenas en un coche de videoclip y limpiarnos el culo con billetes de cien pavos. Luego, a parte de productor y dueño de una importante discográfica resulta que aquello que sonaba, en su nuevo disco copiado, como a base rítmica del Excel era yo tocando la batería, que a la vez era súper famoso en mi país.
Con cada persona desconocida que nos parábamos por la (única) calle yo era una persona diferente, y cada día que pasaba la historia más bizarra se volvía, y contando en que no hay tele ni prensa (por lo tanto el notición del trimestre), él y yo cada vez éramos más importantes y sobrenaturales. A la vista de como se desarrollaban los acontecimientos estuve un día mal de la cabeza, no sabía si contar la verdad a los cuatro vientos y enfrentarme a Big, puede que violentamente, y al fracaso de su carrera, o hacer lo que hice. Jugar.
Por el lado de Big me hacia el “longui” y sonreía a discreción a cualquier comentario en lengua no francesa, por el lado de la gente que daba por supuesto que era un SuperStar norteamericano me hacia el egocéntrico-narcisista.
La gota que colmó el vaso fue cuando un día dentro de la cabaña, embotados por el humo de los estupefacientes que fumábamos como en Sodoma y Gomorra yo tenía la música de mi móvil puesta y la escuchábamos, llegados a una canción que me pasó un amigo de Senegal (o sea, en otra galaxia) Big saltó y dijo que ese tema era suyo.
- Pero, y donde lo has conseguido?? Este soy yo!! Te gusta?
Pronto descubrí, sobretodo comparándolo con los temas reales suyos, que no era de su cosecha ni por asomo. Allí vi que estaba yendo todo demasiado lejos. Y claro, a partir de ese día se pasaba todo el día aprendiéndose la letra de dicha canción que "por cojones" tenia que presentar en el escenario. Yo me descojonaba.
Yo tenía como dos vidas paralelas.
Una era la del blanco errante que quiere aprender todo y buscar diamantes como uno más, que fuma con la juventud de la aldea y cuenta historias fantásticas mientras tomamos el té al fresco por la noche. La otra era la del embustero que se vestía con ropa a la moda que le dejaba Big (si, llegué a este punto, a mi defensa diré que fue después de decidir que seguíamos jugando hasta el final, quería ver hasta donde llegaba la locura!), y que se comportaba como un auténtico artista internacional. Cosa que no es difícil, con el mero hecho de ser blanco en estas tierras ya eres considerado de entrada algo muy exótico, intrigante y tu manera de actuar de lo más curioso.
Estuvimos unos días de carnaval como dicen ellos, que se trata de alquilar un coche, el mejor posible, poner un generador eléctrico dentro y un equipo de música fuera, encima del portaequipajes, con el artista sentado encima con aires de superioridad, mientras suenan los temas del mismo y un presentador sentado dentro anuncia el evento usando adjetivos superlativos de todo tipo. Realmente nos seguía muchísima gente durante el recorrido por las aldeas vecinas, no por la calidad de la música sino porque puede que sea el único concierto en todo el año y además coincide con la fiesta de final de Ramadán.
El día del concierto me hicieron sentarme en una silla encima del escenario, disfrazado a la última moda del Bronx, a modo de palco presidencial, al lado de la flamante novia de Big que todavía no se dio cuenta que desempeñaba el mismo papel que yo, ella se creía que se ganaría la vida como artista y por eso estaba con él.
El concierto fue bien, suele ser siempre playback, la música no importa demasiado, lo realmente importante son los bailes y pavoneos de machote, y en eso Big era realmente bueno. Todo acabó en fotos y autógrafos durante una hora después del concierto, yo incluido, y con los días venideros antes de mi partida tratados a cuerpo de rey.
Finalmente, Big, mientras estábamos en casa de un hombre rico donde nos habían invitado para felicitarnos y darnos dinero en modo mecenazgo (una buena cantidad), me dijo: - Ahora recibirás tu sueldo, tu parte. Cómo reconociendo que era todo pura fachada para conseguir este objetivo.
Evidente que rehusé, durante esos días nadie dejó que pagara nada, como siempre, no por las mentiras, sino por hospitalidad africana.
Además a mi me faltaba poner la guinda en el pastel del engaño. Poco a poco la gente despertó y empecé a contar la verdad, de un modo sutil, como para que fueran ellos mismos que se dieran cuenta del montaje. Así Big recibió una merecida lección por parte de los que supuestamente decía eran sus amigos y ya nadie le puede ver por ahí.
No fui yo quién destrozó esta parte de su carrera, fue él mismo.
Esta entrada la he escrito puede que en un tono de cachondeo, pero no quiero dar la impresión que Big es una mala persona o que me trató mal, yo acepté lo que acepté a sabiendas.
He maximizado, sin exagerar, como se viven aquí este tipo de cosas bastante habituales, y los intereses que se esconden sin mala intención (desde su punto de vista).
Algo que se tiene que tener en cuenta es que las concepciones, puntos de vista, etc., en este continente son totalmente diferentes a los nuestros. Aquí por ejemplo la palabra "casa" no significa lo mismo que para nosotros, aunque uses el francés. O el concepto de propiedad privada en muchos lugares no existe o no tiene sentido. Y estas diferencias abismales entre culturas no se pueden entender hasta que no se viven.
Y claro, yo soy occidental y en la web cuento las historias en su mayoría para occidentales, de una manera que nos podamos entender, dentro de nuestras concepciones de lo que es normal o no lo es en nuestro mundo, que no tiene porque serlo, o incluso en otro, no existen.
Todos los amigos y gentes con las que compartí esos días de doble vida y la gran fiesta final de Ramadán me han tocado en un modo u otro en el alma, como toda la gente conocida hasta el momento.
Te ofrecen su corazón abierto y hacen que tu lo abras también, dejando de lado otras cosas no tan propias de este continente.
Y de hecho todo el mundo tiene algún interés escondido, no deja de ser querer algo de alguien para conseguir un bien propio, como las grandes corporaciones usan a los políticos y los políticos usan los medios de información, como estos medios de información son usados por el gran público pesimista, como el pesimismo es usado por la gente para autocomplacer su vida que no le complace, etc.
Y como en esta historia en Guinea, el tiempo acaba poniendo las cosas en su lugar si es mirado con optimismo, o mejor aún, desde diferentes puntos de vista.