Porque el negro es mejor que tú...
27/11/2012
Con sólo poner el primer pié en Senegal todo cambia.
El cuerpo se relaja, dejas de tener el ceño fruncido, hay humedad, ríos, vegetación, el numero de mosquitos por centímetro cuadrado aumenta vertiginosamente, música, sonrisas fáciles y empiezas a andar de un modo diferente.
Me percato que Mauritania, a pesar de ser un bonito país con buena gente, es un país duro para el viajero de a pie.
Sombrío, agotador, una sola nota en el mismo tono, sin matices ni color, de ritmo repetitivo.
Los moros (Mauritania significa tierra de moros) son gente dura, todo es negocio, llevan en su ADN centenares de años andando por el desierto de derecha a izquierda, vendiendo y comprando. Y tienen un país con una geografía que no es muy amable.
Pero remarco que vale mucho la pena viajarlo, es rico en muchas otras cosas.
Simplemente es así.
Así que llego a Saint Louis con los dos chicos franceses después de vender el coche en la frontera sin problema alguno y vamos al hostal mas barato de la ciudad, me dicen.
Que resulta ser carísimo para mi bolsillo. Pero estuvo bien pasar con ellos unos días haciendo vida de turista, tomando cervezas (sisisisi, cervezas!), frecuentando clubes y discotecas, hablando con otros blancos, etc.
Esta ciudad resulta ser muy bonita, tranquila y agradable. Fue la capital colonial francesa durante la ocupación del África del Oeste, antaño, una ciudad muy importante. Por doquier se pueden ver edificios descascarillados de estilo colonial mas propios de las colonias de ultramar que de África, en una isla en medio del gran rio Senegal.
los dos días dejo el albergue y a mis amigos franceses, alemanes, japoneses, etc. y me dirijo fuera de esta zona, me voy a la playa, en un campamento familiar donde el rio se encuentra con el Océano. Un lugar tranquilo y "cool" donde pasare diez días con una familia encantadora, haciendo buena música por las tardes hasta que se despide el sol y bañándome en la sucia pero bonita playa todas las mañanas.
Empiezo a degustar, a vislumbrar la autentica vida africana.
La vida del compartir todo sin tener nada.
Hoy tienes tu, me das a mi, mañana tengo yo, te lo doy a ti.
Hay mucho que aprender.
La religión islámica se difumina un poco dejando entrar a Marabúes y creencias mas sufistas, en principio no permitidas en el Coran (según interpretaciones, claro), y es que esto ya es Mama África, uno no puede tirar a la basura miles y miles de años de tradiciones y creencias porque lo diga otro, algo perdura siempre, de padres a hijos. La vida familiar tiene una importancia vital para la sociedad senegalés y africana en general.
Senegal es también la tierra de la hospitalidad, y os puedo asegurar que es totalmente cierto. No se le puede llamar hospitalidad, es mas que eso, hay que llamarlo Teranga, como dicen aquí.
El país de la Teranga.
La Teranga no es una hospitalidad de esas de: "Cariño vayámonos a dormir que nuestros invitados querrán irse"; cuando te invitan en una casa formas parte de la familia automáticamente, eres uno mas, te puedes quedar el tiempo que quieras, y sin nada a cambio.
Este nada a cambio al que no estamos acostumbrados, le remueve a uno la conciencia sobremanera durante largo tiempo.
Los días pasan sin darme cuenta. Hoy voy a un concierto, mañana a casa de alguien a comer, ahora no hago nada, salgo a tirar unas fotos, a andar por la larga playa solitaria, a hacer el té en la tienda de alguien, a sentarme con los mayores y asentir sonriendo sin comprender nada mientras me hablan, a jugar con los pequeños, a ver como llegan los pescadores con las pirogue llenas de pescado.
Multitud de cosas y a la vez nada.
Sólo basta con echarse a la calle y andar por el barrio y no das ni diez pasos sin saludar a nadie ni recorres cien metros antes de ser invitado a sentarse, después a tomar el té y luego a comer hasta hartarse.
Mientras pasan estos días tranquilos voy entrando más y más en el ritmo de vida africano, donde el tiempo no tiene ninguna importancia.
A la vez voy conociendo como es la vida en St. Louis, qué comen, cómo comen, cómo pasan el día, de que hablan en las tardes de charla, a que juegan los niños, cómo es la vida nocturna de los jóvenes, sus juegos amorosos, su música, sus danzas, sus sueños, sus recuerdos y voy entendiendo el idioma oficial del país, que no el único, el wolof.
En St. Louis también descubro que hay mucha prostitución, femenina y masculina.
Empiezo a degustar, a vislumbrar la autentica vida africana.
La vida del compartir todo sin tener nada.
Hoy tienes tu, me das a mi, mañana tengo yo, te lo doy a ti.
Hay mucho que aprender.
La religión islámica se difumina un poco dejando entrar a Marabúes y creencias mas sufistas, en principio no permitidas en el Coran (según interpretaciones, claro), y es que esto ya es Mama África, uno no puede tirar a la basura miles y miles de años de tradiciones y creencias porque lo diga otro, algo perdura siempre, de padres a hijos. La vida familiar tiene una importancia vital para la sociedad senegalés y africana en general.
Senegal es también la tierra de la hospitalidad, y os puedo asegurar que es totalmente cierto. No se le puede llamar hospitalidad, es mas que eso, hay que llamarlo Teranga, como dicen aquí.
El país de la Teranga.
La Teranga no es una hospitalidad de esas de: "Cariño vayámonos a dormir que nuestros invitados querrán irse"; cuando te invitan en una casa formas parte de la familia automáticamente, eres uno mas, te puedes quedar el tiempo que quieras, y sin nada a cambio.
Este nada a cambio al que no estamos acostumbrados, le remueve a uno la conciencia sobremanera durante largo tiempo.
Los días pasan sin darme cuenta. Hoy voy a un concierto, mañana a casa de alguien a comer, ahora no hago nada, salgo a tirar unas fotos, a andar por la larga playa solitaria, a hacer el té en la tienda de alguien, a sentarme con los mayores y asentir sonriendo sin comprender nada mientras me hablan, a jugar con los pequeños, a ver como llegan los pescadores con las pirogue llenas de pescado.
Multitud de cosas y a la vez nada.
Sólo basta con echarse a la calle y andar por el barrio y no das ni diez pasos sin saludar a nadie ni recorres cien metros antes de ser invitado a sentarse, después a tomar el té y luego a comer hasta hartarse.
Mientras pasan estos días tranquilos voy entrando más y más en el ritmo de vida africano, donde el tiempo no tiene ninguna importancia.
A la vez voy conociendo como es la vida en St. Louis, qué comen, cómo comen, cómo pasan el día, de que hablan en las tardes de charla, a que juegan los niños, cómo es la vida nocturna de los jóvenes, sus juegos amorosos, su música, sus danzas, sus sueños, sus recuerdos y voy entendiendo el idioma oficial del país, que no el único, el wolof.
En St. Louis también descubro que hay mucha prostitución, femenina y masculina.
Qué hace tomar la decisión de continuar el camino?
Pues como cada día es un día diferente me pregunto a mí mismo si quiero quedarme o seguir. Enseguida sabes la respuesta y dices: "OK, llegó la hora de seguir".
A lo que no me acostumbro es a las despedidas, y me temo que no sera tarea fácil.
No es pagar la factura de los días que has estado en el hostal e intercambiar direcciones de correo y Facebook con los australianos o japoneses.
Es decir un hasta luego, un "luego" que seguramente no volverá, a una madre que te ha tratado como a un hijo, a unos hijos que te han tratado como a un hermano, a unas mujeres que te han tratado como a un marido, a unos maridos que te han tratado como a un padre.
Son despedidas de promesas incumplidas, de fotos que te olvidaras de enviar, de regresos improbables. Mentiras piadosas y a la vez navajazos por la espalda.
Es lo que siento.
Traición.
En muchos casos no lo olvidaré jamás, en otros tendré que leer el cuaderno de bitácora para acordarme y esbozar una sonrisa de agradecimiento.
La vida del viajero no es fácil en estos casos.
Y es que yo sigo, continuo, me voy.
Ellos se quedan, quizás para siempre, con sus vidas nada fáciles.
Yo voy a conocer a otras madres, otros hermanos, otras mujeres, otros maridos, intentando aprender a que las despedidas no sea tan dolorosas.
No es fácil sonreír cuando se quiere llorar.
No sabes como dar este amor recibido.
En realidad te auto infligirías penitencia por lo injusto que es este mundo.
Por la incultura sembrada por el capitalismo, en los países económicamente desarrollados.
Cuántas tardes y noches habré pasado ya intentando resolver los porqués de tantas injusticias?
En fin, que me voy por las ramas, esto es mas bien propio de los Desvarios Varios.
Así que voy informando a la familia y vecinos que partiré en un par de días.
- A donde quieres ir?- Me pregunta la madre mientras intenta convencerme de que no me vaya.
- No lo se.- Respondo yo dudando de si quedarme más tiempo. Abriré la maquina de soñar!
Ya no necesito playa, no quiero lugares turísticos, quiero comprobar si el autoestop funciona bien en Senegal, quiero conocer el verdadero Senegal, otras culturas.
Miro el mapa.
Sueño.
Decido.
- Me dirigiré al centro del país, rumbo Este a Matam, luego bajaré siguiendo la frontera con Mali hasta llegar a Tambacunda donde miraré internet como hacer para conseguir los visados de Guinea-Bissau y Conakry.
Antes, quiero conocer las tradiciones y cultura de los foulah (peul en francés y wólof, fulanis o fulas en inglés), el pueblo nómada más grande del mundo de origen discutible.
Buen viaje.
Pues como cada día es un día diferente me pregunto a mí mismo si quiero quedarme o seguir. Enseguida sabes la respuesta y dices: "OK, llegó la hora de seguir".
A lo que no me acostumbro es a las despedidas, y me temo que no sera tarea fácil.
No es pagar la factura de los días que has estado en el hostal e intercambiar direcciones de correo y Facebook con los australianos o japoneses.
Es decir un hasta luego, un "luego" que seguramente no volverá, a una madre que te ha tratado como a un hijo, a unos hijos que te han tratado como a un hermano, a unas mujeres que te han tratado como a un marido, a unos maridos que te han tratado como a un padre.
Son despedidas de promesas incumplidas, de fotos que te olvidaras de enviar, de regresos improbables. Mentiras piadosas y a la vez navajazos por la espalda.
Es lo que siento.
Traición.
En muchos casos no lo olvidaré jamás, en otros tendré que leer el cuaderno de bitácora para acordarme y esbozar una sonrisa de agradecimiento.
La vida del viajero no es fácil en estos casos.
Y es que yo sigo, continuo, me voy.
Ellos se quedan, quizás para siempre, con sus vidas nada fáciles.
Yo voy a conocer a otras madres, otros hermanos, otras mujeres, otros maridos, intentando aprender a que las despedidas no sea tan dolorosas.
No es fácil sonreír cuando se quiere llorar.
No sabes como dar este amor recibido.
En realidad te auto infligirías penitencia por lo injusto que es este mundo.
Por la incultura sembrada por el capitalismo, en los países económicamente desarrollados.
Cuántas tardes y noches habré pasado ya intentando resolver los porqués de tantas injusticias?
En fin, que me voy por las ramas, esto es mas bien propio de los Desvarios Varios.
Así que voy informando a la familia y vecinos que partiré en un par de días.
- A donde quieres ir?- Me pregunta la madre mientras intenta convencerme de que no me vaya.
- No lo se.- Respondo yo dudando de si quedarme más tiempo. Abriré la maquina de soñar!
Ya no necesito playa, no quiero lugares turísticos, quiero comprobar si el autoestop funciona bien en Senegal, quiero conocer el verdadero Senegal, otras culturas.
Miro el mapa.
Sueño.
Decido.
- Me dirigiré al centro del país, rumbo Este a Matam, luego bajaré siguiendo la frontera con Mali hasta llegar a Tambacunda donde miraré internet como hacer para conseguir los visados de Guinea-Bissau y Conakry.
Antes, quiero conocer las tradiciones y cultura de los foulah (peul en francés y wólof, fulanis o fulas en inglés), el pueblo nómada más grande del mundo de origen discutible.
Buen viaje.