Porque siempre hay un regreso
Octubre 2013
La entrada fue extraña.
El sol calentaba más de lo normal, almenos más que en el país que dejaba atrás, y eso se notaba en el ambiente de la furgoneta, bastante saturado.
El ayudante del conductor se encarga de todo en la furgoneta mientras él solo conduce.
Sentado en el asiento plegable made in home que está junto a la puerta trasera, o a veces de pie, se encarga de abrir y cerrar la puerta a los pasajeros que suben y bajan cada tantos kilómetros utilizando un ingenioso sistema de poleas y una cuerda; saca la cabeza de la ventana o el cuerpo por la puerta animando a la gente que camina a que se suban aunque no tengan ninguna necesidad, la cuestión es que siempre esté lleno el trasporte y pueda cobrar a cuantos mas mejor. También es él el que baja a poner piedras en los agujeros de la carretera o maderas debajo de las ruedas cuando el barro insiste en no dejarnos seguir nuestro camino; o abre el asustado motor para darle de beber, comprar gasolina, correr hacia los gendarmes que están reposando en sus hamacas y pagarles la comisión sonriente.
Cuando me preguntó a donde iba para saber lo que me tenia que cobrar le dije que no lo sabia, no tenia pensado estar en este país, tendría que estar en Ghana, así que toda la información que me daba la gente al saber que me dirigía hacia allí no sirvió de mucho y no tenia ninguna o poca de Burkina, y le dije si no le importaba que de repente me bajara cuando pasásemos por algún lugar interesante y no puso ninguna objeción.
- No tardaremos mucho en llegar a Banfora.- Me decía el hombre mientras yo intentaba hacer un cálculo para descubrir cuanto seria “No tardar mucho”.
- Allí van todos los blancos como tu a visitar el lago para ver a los hipopótamos.-
Puede que sea lo mejor quedarme en Banfora un par de días para reposar y empezar a ver como son las cosas en este nuevo país donde me encuentro.
Todavía me sentía un poco extraño y pensativo desde los sucesos de los ultimas semanas en Costa de Marfil. El hecho de no poder estar con mi hermano me tenia triste y defraudado, las idas y venidas burocráticas y fronterizas me hacían sentir enfadado e impotente, por primera vez me sentí en el fabuloso mundo del sentirse rechazado sin que fuera mi culpa, rechazado como persona humana; también me sentía confuso de las aventuras y sensaciones que viví en las contaminadas semanas de Abidjan, sucesos que esculpieron una parte de mi, experiencias vividas que no son pasajeras, no son solo sensaciones adrenalino-consumistas, sino que están haciendo y harán lo que seré dentro se unos años porqué no se puede sembrar y recoger al mismo tiempo.
Sentía la impetuosa necesidad de pararme a veces, pero a la vez, si me paro demasiado siento la enérgica voluntad de caminar. Dos noches de hacer nada en Banfora me bastaron para recuperar el animo de seguir. El país, a pesar de ser, sino el que más, uno de los mas pobres parecía que gracias al turismo podía mantenerse unas farolas en las calles principales.
Entrando por el sur del país se ve gradualmente como del verde intenso se pasa al marrón arenoso, aunque todavía se puede cultivar el cacao y el café, arte que dominan los burkinabe de estas regiones, tentados a emigrar a Cote d'Ivoire a buscar la suerte que no viene sola. Rechazados son normalmente en sus países vecinos, repudiados como suele pasar cuando se tiene miedo apático a lo extranjero. A parte de esto que sucede demasiado a menudo por doquier se le une la historia reciente de la ultima guerra interminable y absurda como todas, donde unos ayudaron a los que los otros odiaron y al final vencieron, dejando en el aire el debate constante de si el nuevo presidente de Costa de Marfil es medio burkinabe, si lo era su madre o si el padre es un Senoufo o bien un Dioula, buscando un motivo africano para tratar de entender porqué había extranjeros en su país.
Atravesando campos de nyame y mandioca nos cruzábamos con pequeños castillos de barro aislados, puestos allí como por azar. Para proteger del sol y de los vientos arenosos del Sahara, y a medida que la familia crece se van haciendo cabañas una al lado de otra que unen con techos y paredes, cerrando el circulo familiar de la soledad del entorno hostil.
Así, sin cruzar ningún río, se llega a Bobo-Dioulasso.
La segunda ciudad de Burkina, creo.
Bastante grande, pero con calles anchas y no mucho trafico, con caos, pero coordinado.
Lo especial de esta ciudad es la parte histórica, tan antigua como su mezquita central de bellas y estilizadas torres fálicas, de blanco calcario y esquinas redondas, puertas bajas y estacas de madera sobresalientes de las paredes cansadas que se deben cuidar a menudo, de fieles tumbados en sus alrededores los viernes al mediodía y con un café enfrente donde yo la contemplo a diario mientras tomo tés con los asiduos parroquianos.
Solo bajarse de la furgoneta en el aparcamiento te aparece alguien que con esperanza te pregunta si estas buscando alojamiento. Me presenta a dos chicos que agradecidos miraran de cuidar de mi. Yo de entrada me hago el duro y rechazo toda insinuación de que me lleven al albergue de algún supuesto familiar, que siempre es el que cobra menos. Saco el tema a la luz y llegamos a un acuerdo que no durará mucho. Iré a casa de uno de ellos y compartiré la habitación con un hermano suyo que pronto seria también hermano mio, con la condición de pagar a ellos mas o menos la mitad que me costaría una posada. Ellos contentos y yo no menos, me llevaron a la casa, dentro mismo del centro, en la parte vieja al lado de la mezquita donde los turistas deben pagar para visitar.
Mi dureza inicial juntamente con su insistencia desaparecieron cuando la mujer nos trajo de comer, comer en este continente crea mucho vínculo, el hecho mismo de comer con la mano todos juntos de la misma palangana, dividiendo a partes iguales el arroz y las verduras y pellizcando al mismo tiempo la carne o el pescado hace que nos tratemos como iguales.
Mi casa es tu casa.
Paso el día con el hermano que no trabaja dando vueltas con su motorcilla arriba y abajo visitando amigos y familiares, me siento tranquilo en esta ciudad.
Decido quedarme un tiempo aquí, sentir que habito en este sitio, tener mi habitación, aprender mucha música. Utilizar la oportunidad de sentirme como en casa y visitar los alrededores de la región con calma. Hablo con mis anfitriones y les cuento mis intenciones. A mi me gustaría quedarme aquí mismo, con ellos, y a ellos también. Así que enseguida se difumina naturalmente el pago de alquiler diario y llegamos a un acuerdo mutuo, colaboraré con los gastos de comida diarios y trabajaré con ellos cazando turistas, tarea mucho mas fácil si tienes un blanco en tu alineación titular.
Así que tengo casa, una vieja mobilette, pasatiempo y buenos amigos.
Enseguida hacemos buenas migas yo y el hermano. Un chico de veintipocos que un día se fue a buscar fortuna en país extranjero y ahora esta buscado oro en las montañas del norte de Guinea. A pesar de su tierna edad es un alma vieja.
Se nos pasan las tardes y anocheceres hablando él y escuchando yo, sobre sociedad, humanidad, culturas, espiritualidad, amor, familia y otros muchos temas que íbamos entrelazando uno con otro.
Así, sin cruzar ningún río, se llega a Bobo-Dioulasso.
La segunda ciudad de Burkina, creo.
Bastante grande, pero con calles anchas y no mucho trafico, con caos, pero coordinado.
Lo especial de esta ciudad es la parte histórica, tan antigua como su mezquita central de bellas y estilizadas torres fálicas, de blanco calcario y esquinas redondas, puertas bajas y estacas de madera sobresalientes de las paredes cansadas que se deben cuidar a menudo, de fieles tumbados en sus alrededores los viernes al mediodía y con un café enfrente donde yo la contemplo a diario mientras tomo tés con los asiduos parroquianos.
Solo bajarse de la furgoneta en el aparcamiento te aparece alguien que con esperanza te pregunta si estas buscando alojamiento. Me presenta a dos chicos que agradecidos miraran de cuidar de mi. Yo de entrada me hago el duro y rechazo toda insinuación de que me lleven al albergue de algún supuesto familiar, que siempre es el que cobra menos. Saco el tema a la luz y llegamos a un acuerdo que no durará mucho. Iré a casa de uno de ellos y compartiré la habitación con un hermano suyo que pronto seria también hermano mio, con la condición de pagar a ellos mas o menos la mitad que me costaría una posada. Ellos contentos y yo no menos, me llevaron a la casa, dentro mismo del centro, en la parte vieja al lado de la mezquita donde los turistas deben pagar para visitar.
Mi dureza inicial juntamente con su insistencia desaparecieron cuando la mujer nos trajo de comer, comer en este continente crea mucho vínculo, el hecho mismo de comer con la mano todos juntos de la misma palangana, dividiendo a partes iguales el arroz y las verduras y pellizcando al mismo tiempo la carne o el pescado hace que nos tratemos como iguales.
Mi casa es tu casa.
Paso el día con el hermano que no trabaja dando vueltas con su motorcilla arriba y abajo visitando amigos y familiares, me siento tranquilo en esta ciudad.
Decido quedarme un tiempo aquí, sentir que habito en este sitio, tener mi habitación, aprender mucha música. Utilizar la oportunidad de sentirme como en casa y visitar los alrededores de la región con calma. Hablo con mis anfitriones y les cuento mis intenciones. A mi me gustaría quedarme aquí mismo, con ellos, y a ellos también. Así que enseguida se difumina naturalmente el pago de alquiler diario y llegamos a un acuerdo mutuo, colaboraré con los gastos de comida diarios y trabajaré con ellos cazando turistas, tarea mucho mas fácil si tienes un blanco en tu alineación titular.
Así que tengo casa, una vieja mobilette, pasatiempo y buenos amigos.
Enseguida hacemos buenas migas yo y el hermano. Un chico de veintipocos que un día se fue a buscar fortuna en país extranjero y ahora esta buscado oro en las montañas del norte de Guinea. A pesar de su tierna edad es un alma vieja.
Se nos pasan las tardes y anocheceres hablando él y escuchando yo, sobre sociedad, humanidad, culturas, espiritualidad, amor, familia y otros muchos temas que íbamos entrelazando uno con otro.
Enseguida encontremos los puntos en común en donde floreció la amistad y el respeto.
Cada noche repetíamos el ritual de ir a visitar a su madre, que vive en la casa aledaña, una especie de laberinto de barro, de pasillos y pasajes entre patios abiertos, puertas bajas y escaleras desiguales que igualan los desniveles.
La anciana mujer se escondía del mundo en una especie de cueva, en el centro del laberinto. Bajando unas escaleras estrechas se llegaba al santuario del silencio, la sala del tiempo en donde nunca era de día ni tampoco de noche. Dentro de la mosquitera roída, encima de una cama de paja se encontraba la reina de ese lugar, arrugada y de huesos cansados, siempre sonriendo para ahuyentar a los lamentos.
Nos recibía con pausada felicidad.
Al lado de la cama siempre estaban dispuestos diferentes boles metálicos llenos de comida y salsas variadas que cambiaban a diario.
Comíamos aunque lo hubiéramos hecho, con gran gusto sentados en el suelo. Ellos se ponían a hablar en Bobo, con voz tenue y cálida y yo como siempre escuchaba, a veces para intentar adivinar de qué temas conversaban y las mas veces dejaba que los vocablos de esta bella lengua me seduciera los oídos.
De vez en cuando se quedaba mirándome fijamente con una bondad abrumadora. Me miraba y soltaba monosílabos de suspiro, del alivio que supone descubrir que aun existen blancos humildes. Yo le sonreía siempre con agradecimiento y gratitud, en esa atmósfera de calma chicha y aire enrarecido ella hablaba y su hijo me traducía lo que me decía, a veces eran preguntas curiosas pero verdaderas y otras me decía lo que pensaba, sin dejar de mirarme mientras dejaba salir las frases con su propio peso dirigidas a mi persona y yo atendía hipnotizado la traducción. Hubo algún momento en que recuerdo que me dijo cosas tan bonitas, tan salidas del corazón, tan puras que no pude evitar llorar, con la mirada clavada en aquel rostro de arrugas sabias, lloraba.
Y entendí de donde salia mi amigo.
Me encantaba ir cada día a saludar a nuestra mama, era una buena manera de acabar el día, siempre de buena gana, con buena onda.
Mi familia pertenecía a la casta de los trabajadores. En el centro histórico todavía se vivía como siempre se había vivido. Es como una isla.
En el centro viven las familias de siempre, los auténticos Bobos, con su idioma y tradiciones, con sus laberintos de fango y paja, con sus cenobios sagrados, sus talleres artesanales de todo tipo de utensilios, sus tabernas al aire libre donde hierve incesantemente la cerveza de mijo, con sus cuatro castas bien diferenciadas, la de los trabajadores (obviamente la mayoría), la de los musulmanes (los que mandan desde que colonizaron mucho antes que los católicos), la casta de los gurus (los encargados de que se respeten los rituales sagrados) y la de los trovadores (la mas llamativa de todas). Muchas de las lenguas africanas, entre ellas el Bobo son solo orales, lo que significa que la historia no se escribe, sino que se cuenta. Me emociono ver que todavía los Bobo usaban mucho los trovadores, a pesar de que en otros sitios los había conocido me pareció que aquí la gente todavía respetaba esta tradición.
Se usan todavía para conquistar doncellas, mi amigo me contaba que cuando te gusta mucho una muchacha y no quieres fallar el tiro vas a buscar a tu griott y le pides que la vaya a conquistar por ti, que le cuente las venturas y desventuras familiares del hidalgo caballero.
El griot retuerce con soltura palabras y sentencias estoicas del enamorado, atornillando motivos dulces alrededor del paladar de la dulcinea. No suelen fallar. También se usan a fin de mantener la historia familiar, cuando alguien desea saber algo del pasado, del abuelo o bisabuelo se encuentra con su trovador y le pregunta y él le contesta lo que el padre de su padre le contó a su padre, que durante toda su vida fue el cuenta cuentos de su descendiente, cada generación de cada familia tiene el griot particular coetáneo. Así los saberes del pasado se transmiten de viejo a joven, de abuelo a padre.
También se usan por pura diversión, por ejemplo, cuando un griot ve a su apoderado de lejos empieza a cantar, a recitar de modo gracioso y burlesco los pasados a alta voz, y todo aquel que los oye se ríe en modo amistoso, alabando la perspicacia del contador. El aludido luego que terminó el recital le convida a tomar una rica cervecita fermentada o a comer en casa. Los griots viven de eso, ese es su trabajo, su función en esta sociedad, y el apoderado lo tiene que mantener a él y a su familia.
Gente humilde que resiste a los cambios olientes a chamusquina y mantiene sus raíces, intenta que el pasado no desaparezca, no quieren perder el rumbo, no quieren que se seque el tronco y las hojas se caigan.
La ciudad es turística, sobretodo por la mezquina de los viernes, hermana pequeña de la gran mezquita de la deseada Timbuctú. Así que proliferan en la ciudad los jóvenes que expresan sus deseos de conocer mundos y oportunidades a través de la música, esperando que algún programador occidental se fije en ellos y los lleve en donde existe la abundancia.
Un día cualquiera me voy al cibercafé para conectarme a internet y dar señales de vida en casa que hacia ya demasiado desde la ultima vez. Me llevó mi amigo como siempre en la moto y me esperaba en algún café vecino mientras yo hacia mis cosas.
Un correo de mi madre con asunto que prevenía de alguna inesperada mala noticia me sobresalto, acto seguido compré un billete de avión para regresar esa misma noche y llegar a la mañana siguiente a casa.
Fue un relámpago, en cuestión de segundos me pasaron muchas cosas por la cabeza y tomé la decisión de regresar a casa con los míos. Recuerdo que estaba enérgico, no pensaba, solo actuaba instintivamente siguiendo lo que me decía el corazón, creo que jamas había tomado semejantes decisiones sin usar la razón, sin analizar y procesar, solo sintiendo, o ni eso.
Hablé con una amiga para contrastar la información, era verídica, mi abuela se estaba despidiendo. Encontré un vuelo, el primero que salia, aun ahora no sé cuanto costaba, y lo iba a comprar cuando de repente (y me acuerdo ahora que escribo recuerdos) la tarjeta tenia algún problema y no me dejaban comprar, si no recuerdo mal era algo como que para hacer la compra mi banco necesitaba una confirmación que era yo el que compraba. Se me cayó el mundo al suelo por algunos segundos o ninguno, estaba muy nervioso, nublado y colapsado. Salí del ciber excitado y le conté como pude varias veces hasta que nos entendimos a mi amigo el caso, lo que pasaba, lo que quería y los problemas que no me dejaban conseguirlo.
Si!!! Podríamos probar de ir a una agencia de viajes!!!!!
Mi amigo sabe donde hay una oficina donde organizan excursiones y viajes, veloces vamos hacia allí. Entro exaltado y le digo a la hermosa chica que allí trabaja que debo tomar el primer avión que vaya a Barcelona, le digo que hay uno que sale hoy, el que quería comprar por internet y no pude. Los solamente cinco minutos que tarda la chica a clicar mi demanda me parecen muy largos. Una vez rellenado todo lo habido y por haber y mientras la impresora escupe mi vuelta a mi tierra la chica me advierte que tengo el tiempo muy justo, el bus para Ouagadougou sale en media hora, y dando por hecho que durante el largo trayecto no ocurriría nada inesperado -que es mucho suponer- igualmente llegaría justísimo al aeropuerto, de hecho llegaría una hora mas tarde de la hora recomendada para el check-in. Mirándome sus ojos me dijeron que no lo conseguiría.
- Un momento por favor, me voy a fumar un cigarrillo fuera.-
Necesitaba pensar un momento. La costumbre de haber pasado todo estos meses sin organizar los momentos dependiendo de las horas y de repente tener que pensarlo todo como si fuera una cadena de acontecimientos uno detrás de otro y coordinados me parecía difícil. Sobretodo el hecho de conceptualmente intentar confiar en que la organización africana se engrane con la europea y las cosas vayan según lo previsto y no según lo imprevisto.
Le dije a la chica cual era el próximo vuelo a este, salia mañana por la noche y estaba en casa al cabo de dos días. Decidí cambiarlo.
El día de purgatorio que quedo en medio fue muy confuso, difícil, triste y feliz. La noticia de mi partida se expandió por el circulo del barrio y toda la gente apoyaba mi decisión.
Realmente tomé la mejor decisión posible, y es que qué falta de respeto hubiera sido haber estado todo este tiempo con todas estas familias y almas de otras épocas, que había aprendido de ellos el valor de la familia, totalmente contrario al que damos nosotros y no haber vuelto para estar con mi abuela en los últimos momentos y apoyar a mi familia que bastante sufrimiento tenia como para pensar que yo todavía estaba perdido en mundo incomprendido y poder poner su cabeza en mi hombro y yo poner la mía en los de ellos, durante tanto tiempo extrañados.
La ultima noche fui como de costumbre a visitar a la mama, a la princesa arrugada de la cueva.
El aire centenario te advertía que entrabas en un lugar único y te absorbía todos los pensamientos de la cabeza, me aserenaba de golpe y a fuera la luna no se movía.
La viejita me miraba sin decir nada, apenas me saludo cuando entré y di las buenas noches, solo pasó de estar estirada a estar sentada delante de mi, y quedamos así, sin decir nada, por un buen rato.
Su cara estaba muy tranquila, los ojos le sonreían.
Esa noche yo llegué antes que mi hermano a casa la madre. Ella cortó el silencio de nuestras miradas y me empezó a hablar muy despacito y en el tono de voz que acostumbra a susurrar, yo no entendía nada de lo que decía pero entendía todo lo que me quería decir.
Escuchar esas palabras exóticas y antiguas en ese ambiente cálido y envolvente de sabiduría. Escuchar esa mujer de tantas experiencias vividas como arrugas tiene en la cara arrugada.
Me pareció que lo que me quería es dar sus bendiciones, darme su permiso maternal para mi partida y regreso a casa con mi familia. Que ya había aprendido lo que tenia que aprender y que podía volver. Que la familia es lo mas importante y que la bendición de tu mama cuando te dice “si hijo, te doy mis bendiciones para tu nuevo paso adelante” este paso saldrá bien, de modo contrario los espíritus de los ancestros harán todo lo posible para que fracases.
Y me fui de AFRICA.