COMO PASA EL TIEMPO !?
verano 2014
Napoli, el orden dentro del caos.
Puede que una de las ultimas grandes ciudades consideradas del sur. Desorganización, suciedad, la Camorra, volumen alto, lenguaje de la calle, todo señales inequívocas de una ciudad viva, de bullicio, de gentes de a pie. Me sorprende gratamente y en algunas de sus iglesias como la de "Nuovo Gesú" se me corta la respiración.
Roma.
Que decir de ella que no se haya dicho ya.
Casi tres mil años de historia que se visitan y entienden solo caminando entre infinidad de iglesias, basílicas, catedrales, plazas majestuosas, esculturas de mármol en cada rincón, piedras y más piedras que en algún momento Augusto, Marco Aurelio, Bruto o quién sea se apoyaron en ellas. Una metrópoli bulliciosa y un tanto caótica. Al llegar me invadió un nerviosismo como infantil, de pensar que estaba en Roma, la eterna, y quería turistear al máximo, entrar en todas las iglesias, sentarme en todos los parques y plazas y observar el ir y venir de los romanos. Una semana en Roma en casa de Filippo no fueron suficientes.
A parte de la gente que vive en Roma se le tienen que sumar miles de turistas al día, que se agolpan todos en los mismos sitios en las mismas horas del día invariablemente del clima, del día o de lo que sea. En los lugares en donde molesta más su presencia, de los grupos organizados me refiero, es en el Coliseo y en el Museo del Vaticano, donde aconsejo llevarse unos auriculares y escuchar música durante las visitas evitando así el mix de lenguas entremezcladas de los guías y del ruido que puede producirse al meter doscientas personas de vacaciones en la Capilla Sixtina. Lo que más sorprende es que no miran! De verdad, no miran, ni siquiera saben donde están! no saben si lo que tienen delante es un tallo de Michellangelo o la tumba de un papa; como me preguntó un hombre mientras yo intentaba mirar por encima de hombros ajenos la escultura de "La Piedad“:
Esta tumba de que papa es?…
En fin.
Todo está lleno de escritores de Facebook y fotógrafos de instagram que el único interés son los selfies y los "yo estuve allí".
En todo caso, un mal menor.
"Esta es la segunda basílica más grande del mundo. Alguien sabe decirme donde esta la más grande?" Preguntaba un guía por el microfonito de la solapa a sus seguidores de paraguas con un tono visiblemente de menosprecio. Y me venia en mente estar sentado delante de esa basílica un año atrás, flirteando con la chica que vendía cocos delante de ella en Yamousokrou. Por supuesto, a pesar del título de la más grande también podría ostentar al mismo tiempo el de la más fea si la comparamos con San Pedro.
Solo poniendo el primer pie en la calzada adoquinada del centro de Firenze uno sabe que esto es ya el norte. No hay ruido, el tráfico no es mucho en el controlado centro histórico y el poco que hay está ordenado. Una ciudad muy bonita, quizá demasiado, que roza el límite entre ser real o ser como las casas de los "espagueti western" en el desierto de Tabernas en Almería, puro decorado de "papier maché". Eso si, bonita, con museos espectaculares, buenos paseos y tranquilas plazas, bello paisaje sobre el rio con sus puentes y el incomparable Duomo que uno no se cansa nunca de mirar, sus ladrillos hechos de golosinas, como si le pudieras pegar un mordisco a ese azúcar de tonos lilosos y verduscos.
De Firenze volví a cruzar el país de Oeste a Este y me paré en Bologna, la universitaria. Una ciudad joven, con mucha cultura palpable y con un centro histórico bonito. Tuve la suerte de rodearme por unos días de gente fantástica que, como en Bari, han hecho que recuerde esos días durante mucho tiempo.
Las ciudades las hacen las personas que las habitan al fin y al cabo.
Iba yo boquiabierto y pensativo mochila al hombro mirando los rinconcillos del "Campo della Misericordia", estaba oscureciendo y la plaza parecía un buen lugar para pasar desapercibido y poder dormir durante la noche veneciana; cuando desde un bonito balcón oigo que me llaman la atención en inglés.
- "Ey! estás buscando el hostel The Venice Fish?". me pregunta Luís con su rostro duro y perenne sonrisa.
- "Pues la verdad es que no", respondo yo con el tono de "a mi no me la vas a meter".
Y siguió una breve conversación del donde vienes, de donde eres y de que buscas, cambiando de lengua al luso-español.
Luís el brasileño me invita a subir al hostel: "Tenemos algunas camas libres todavía, te puedes quedar en una de ellas"
Y así empezó mi aventura veneciana a lo "Dolce Vita" de Mastroiani en el hostel "The Venice Fish" donde empecé limpiando a cambio de alojamiento y manutención y terminé empleado por tres meses y medio permitiéndome así poder vivir ni más ni menos que en Venezia.
Como ha cambiado el turismo del rollo hostel, o a lo mejor soy yo, pero el recuerdo lejano que yo tenia de los hostels suramericanos en un ya lejano 2008 no tenia nada que ver con lo que estaba viendo ahora en el 2014 europeo. Dejando a parte artículos variopintos que en sus mochilas y troleis llevaban los jóvenes viajeros, la esencia del viaje ya no era la misma. Ordas de jóvenes de diversas nacionalidades llegaban cada día de distintos puntos de Europa, o mejor dicho, de distintas capitales europeas, después de muchos kilómetros en trenes, buses o barcos y los que se quedaban más de dos noches eran escasos; llevándose así una imagen de Venecia poco agraciada. Visitando durante el día los “highlights” y de noche los “hot spots” sin ningún respeto ni un mínimo interés por la ciudad ni por las gentes, aunque pocos, que la habitan o intentan habitar.
Sabido es que el turismo masivo, ya sea el clásico o el mal explotado mochilero, inunda ciudades de todo el mundo con el hastag por bandera y la guía come cocos por moral. Ciudades como Barcelona, Roma, París, Budapest, Istambul, Bangkog,... se ven amenazadas cada vez más por el lucro que proporciona la industria del turismo perdiendo así su esencia, pervirtiendo su cultura y mutando sus calles para los vecinos y vecinas que viven cotidianamente y ven como sus colmados, mercados y parques de reunión se transforman en templos donde se venden estereotipos folcloristas. La responsabilidad la tenemos todos en nuestras manos, tanto los recibidos como los que reciben.
Y Venecia es un caso extremo.
Venecia en dos días se presenta como un parque temático con gente agolpada por doquier, precios caros, teñida un poco por la suciedad y un calor terrible durante el verano.
Pero el que realmente se interesa por esta maravilla de ciudad descubre que detrás de las calles concurridas hay calles más tranquilas que no se marcan en los recorridos recomendados, que en algunos barrios más alejados del centro hay gente que vive permanentemente allí y se da los buenos días en veneciano.
Venecia y los venecianos se debaten en un estira y afloja por continuar viviendo del turismo y mantener a la vez su esplendoroso legado cultural de siglos de dominación mediterránea. Una relación de amor-odio hacia el extranjero (más rechazo que adoración) que cuesta de romper y que yo no hubiera roto si no hubiera conocido a Pablo. Pablo me introdujo en la Venezia real, o sea, romántica, y me enseño a degustar los momentos sosegados de las noches entre décadas de arte y musas inspiradoras sentados en alguna “zattera”, al borde de algún canal con bellas vistas donde las barcas laguneras transitan como si fuera normal no tener calzadas. Fumando y bebiendo “grappa” o algún que otro refrescante y amargo “spritz” pasábamos las noches disfrutando de la vida, conociendo a mujeres.
Según dicen, París es la ciudad más romántica, aunque a mi no me lo parezca se puede quedar con el título, pero Venezia es la ciudad sensual por excelencia. Es pura inspiración. Por entre sus canales olvidados y sus sombríos “sotoporttegos” se quedaron prendidas las almas de los grandes de la época. Músicos eternos, pintores, escultores, arquitectos innovadores, mecenas, navegantes y descubridores, grandes y bellas damas, patrimonios a los que debemos nuestra cultura pasearon y se inspiraron aquí. En este mismo lugar donde nos sentábamos con Pablo y nuestras musas, navegaron por los mismos canales que ahora lo hacen los jóvenes con sus barquitas con neones y reaggeton. Parte del encanto de esta Venecia es que su aspecto arquitectónico no ha cambiado demasiado y su manera de vivirla tampoco.
A pesar de parecer estresante y veloz para los ojos del turista de pasada la Venecia real se vive tranquilamente, sin prisa. Los adelantos de transporte no harán mella en este antiguo imperio, no hay metro, ni autovías, ni mucho menos coches, ni autobuses, ni bicicletas, ni tranvías. Es el paraíso del viandante, y por eso mismo todo se mueve paso a paso, como hace siglos, no hay más terreno que construir, ni avenidas por trazar, ni paseos que adoquinar. Así fue y así es.
Como me dijeron los de allí: Venecia no se entiende si uno no se ha movido en ella en barca.
A diferencia de nuestras ciudades donde las aceras resiguen las calles en Venecia solo son unas pocas. Calles y canales se van cruzando una y otra vez al ritmo que uno cruza puentes y se crea una red enmarañada de calles, callejuelas, túneles, puentes, "campos" (plazas) que es una gozada y que permiten perderse constantemente por muco empeño que uno ponga para que así no sea. Perderse solitariamente de noche por esta telaraña es maravilloso e inspirador.
Y poco a poco uno se familiariza con la particular urbanización del lugar colocando mentalmente los recorridos de los canales principales y de allí los pequeñitos que se entretejen como capilares, marcando las fronteras entre barrios.
De barrios los hay de muy particulares.
Están los alejados del centro donde se tiende la ropa a la vieja usanza para que le dé el escaso aire; donde todavía hay vida de barrio y sus fiestas populares o "sacras" durante el verano, con ambientillo familiar y niños jugando al fútbol en la plaza del mismo; hay otros con parques donde tumbarse a leer un libro y respirar el aire que llega de la laguna disfrutando del airecillo tan extrañado en los canales, barrios casi olvidados por los visitantes y todos ellos interesantes, diría que no hay un solo rincón de Venecia sin encanto, sin historia. Venecia cuenta con el primer "Ghetto" judío (de aquí la palabra de origen veneciano) donde está la sinagoga y los restaurantes kosher. Aunque los judíos ortodoxos están presentes en toda la ciudad (suelen ser los grandes propietarios de los "palazzi") es en este barrio donde se concentran y en donde hay militares vigilantes día y noche velando por la seguridad de estos inquilinos perseguidos. De vez en cuando se les vé en procesión celebrando algún rito o conmemoración con gritos y cantos a Jehová.
Venecia también es lugar de leyendas, tanto urbanas como certeras, de brujos y brujas, iglesias de sociedades y sectas impenetrables y lúgubres, lugares de ejecuciones y abortos a escondidas, túneles secretos, ...y otras historias interesantes.
Una cosa real y que empeora con el tiempo es el "acqua alta". Por los alrededores del mes de Octubre y Noviembre la ciudad se inunda, obligando a los habitantes a calzarse las botas de goma y encender las bombas para sacar el agua de la planta baja. Un requisito importante para quien quiere alquilar un apartamento en una planta baja es tener en cuenta y tomarse muy en serio a que altura se encuentra el suelo del nivel del agua si uno no quiere entrar en casa y encontrarse las zapatillas encima la nevera. Es un tema natural, en Venecia, al estar situada en una laguna y tener los canales estrechos las mareas se dejan notar mucho cada día, y durante los meses en cuestión el agua sube más de la cuenta. El gobierno hace años que está construyendo con la que antes era última tecnología inspirada en los diques daneses (todavía se tiene que terminar y puede que después de tanto tiempo ya sea tecnología obsoleta) para el efecto de estas subidas acusadas por el cambio climático, pero según los locales estos intentos solo hacen que la situación empeore, dando unos resultados pésimos o contraproducentes. El tráfico de los grandes navíos de crucero que llegan a diario en esta ciudad causa verdaderos destrozos haciendo subir el nivel, creando olas que antes no existían y por los cuales los edificios y paseos no fueron diseñados para ello, removiendo el fondo de la laguna que antes era de aguas tranquilas y ahora no se diferencia del mar abierto. También las barcas privadas que circulan por los canales cada vez hay más y son más potentes, las barcas venecianas tradicionales de casco plano, a remos o a motor de bajo cubicaje son cada vez menos usadas (aunque están libres de impuestos de circulación y de aparcamiento, este imposible de encontrar si eres nuevo) y proliferan las lanchas marinas de mayor potencia. Venecia se parece a un ecosistema en términos de conservación, estos cambios cada vez más veloces hacen perder este equilibrio social, cultural y arquitectónico de esta ciudad intacta y con poca adaptación a los cambios actuales.
Se critica a los venecianos, a parte de separatistas, de ser huraños, analfabetos y poco amigables, y al principio cuesta entrar en sus círculos, pero son gente maravillosa como todo el mundo, con su realidad y sus luchas diarias, y por esta luchas identitarias y de acción-reacción por mantener su lugar único en el mundo, su lengua y su cultura les tomé cariño, y entendí este recelo hacia turistas y extranjeros como defensa propia; una lucha que separa la fina linea de mantener una gran civilización y legado cultural además de un lugar único en el mundo o de perecer en el intento bajo el yugo del capitalismo y su herramienta del turismo consumista.
Una fina linea que separa el arte de "bogar alla veneziana" o de poner taquillas en Piazzale Roma, de irse de "Cichettis" y beber “ombras” de rico vino casero o comer kebab y beber coca-cola.
A pesar de parecer estresante y veloz para los ojos del turista de pasada la Venecia real se vive tranquilamente, sin prisa. Los adelantos de transporte no harán mella en este antiguo imperio, no hay metro, ni autovías, ni mucho menos coches, ni autobuses, ni bicicletas, ni tranvías. Es el paraíso del viandante, y por eso mismo todo se mueve paso a paso, como hace siglos, no hay más terreno que construir, ni avenidas por trazar, ni paseos que adoquinar. Así fue y así es.
Como me dijeron los de allí: Venecia no se entiende si uno no se ha movido en ella en barca.
A diferencia de nuestras ciudades donde las aceras resiguen las calles en Venecia solo son unas pocas. Calles y canales se van cruzando una y otra vez al ritmo que uno cruza puentes y se crea una red enmarañada de calles, callejuelas, túneles, puentes, "campos" (plazas) que es una gozada y que permiten perderse constantemente por muco empeño que uno ponga para que así no sea. Perderse solitariamente de noche por esta telaraña es maravilloso e inspirador.
Y poco a poco uno se familiariza con la particular urbanización del lugar colocando mentalmente los recorridos de los canales principales y de allí los pequeñitos que se entretejen como capilares, marcando las fronteras entre barrios.
De barrios los hay de muy particulares.
Están los alejados del centro donde se tiende la ropa a la vieja usanza para que le dé el escaso aire; donde todavía hay vida de barrio y sus fiestas populares o "sacras" durante el verano, con ambientillo familiar y niños jugando al fútbol en la plaza del mismo; hay otros con parques donde tumbarse a leer un libro y respirar el aire que llega de la laguna disfrutando del airecillo tan extrañado en los canales, barrios casi olvidados por los visitantes y todos ellos interesantes, diría que no hay un solo rincón de Venecia sin encanto, sin historia. Venecia cuenta con el primer "Ghetto" judío (de aquí la palabra de origen veneciano) donde está la sinagoga y los restaurantes kosher. Aunque los judíos ortodoxos están presentes en toda la ciudad (suelen ser los grandes propietarios de los "palazzi") es en este barrio donde se concentran y en donde hay militares vigilantes día y noche velando por la seguridad de estos inquilinos perseguidos. De vez en cuando se les vé en procesión celebrando algún rito o conmemoración con gritos y cantos a Jehová.
Venecia también es lugar de leyendas, tanto urbanas como certeras, de brujos y brujas, iglesias de sociedades y sectas impenetrables y lúgubres, lugares de ejecuciones y abortos a escondidas, túneles secretos, ...y otras historias interesantes.
Una cosa real y que empeora con el tiempo es el "acqua alta". Por los alrededores del mes de Octubre y Noviembre la ciudad se inunda, obligando a los habitantes a calzarse las botas de goma y encender las bombas para sacar el agua de la planta baja. Un requisito importante para quien quiere alquilar un apartamento en una planta baja es tener en cuenta y tomarse muy en serio a que altura se encuentra el suelo del nivel del agua si uno no quiere entrar en casa y encontrarse las zapatillas encima la nevera. Es un tema natural, en Venecia, al estar situada en una laguna y tener los canales estrechos las mareas se dejan notar mucho cada día, y durante los meses en cuestión el agua sube más de la cuenta. El gobierno hace años que está construyendo con la que antes era última tecnología inspirada en los diques daneses (todavía se tiene que terminar y puede que después de tanto tiempo ya sea tecnología obsoleta) para el efecto de estas subidas acusadas por el cambio climático, pero según los locales estos intentos solo hacen que la situación empeore, dando unos resultados pésimos o contraproducentes. El tráfico de los grandes navíos de crucero que llegan a diario en esta ciudad causa verdaderos destrozos haciendo subir el nivel, creando olas que antes no existían y por los cuales los edificios y paseos no fueron diseñados para ello, removiendo el fondo de la laguna que antes era de aguas tranquilas y ahora no se diferencia del mar abierto. También las barcas privadas que circulan por los canales cada vez hay más y son más potentes, las barcas venecianas tradicionales de casco plano, a remos o a motor de bajo cubicaje son cada vez menos usadas (aunque están libres de impuestos de circulación y de aparcamiento, este imposible de encontrar si eres nuevo) y proliferan las lanchas marinas de mayor potencia. Venecia se parece a un ecosistema en términos de conservación, estos cambios cada vez más veloces hacen perder este equilibrio social, cultural y arquitectónico de esta ciudad intacta y con poca adaptación a los cambios actuales.
Se critica a los venecianos, a parte de separatistas, de ser huraños, analfabetos y poco amigables, y al principio cuesta entrar en sus círculos, pero son gente maravillosa como todo el mundo, con su realidad y sus luchas diarias, y por esta luchas identitarias y de acción-reacción por mantener su lugar único en el mundo, su lengua y su cultura les tomé cariño, y entendí este recelo hacia turistas y extranjeros como defensa propia; una lucha que separa la fina linea de mantener una gran civilización y legado cultural además de un lugar único en el mundo o de perecer en el intento bajo el yugo del capitalismo y su herramienta del turismo consumista.
Una fina linea que separa el arte de "bogar alla veneziana" o de poner taquillas en Piazzale Roma, de irse de "Cichettis" y beber “ombras” de rico vino casero o comer kebab y beber coca-cola.
Un día de esos mientras disfrutaba de la vida loca del hostel con Nick y Luis, mis compañeros de batallas, me vino el dueño que por allí apareció y que yo apenas conocía y me preguntó si tenia licencia de conducir, concluyendo ante mi respuesta afirmativa que ya hablaríamos. Total, que me propuso irme con él y su familia a la isla de Sardegna durante el mes de Agosto y medio Septiembre. Mis funciones consistían en conducir el coche y sacar a pasear los perros que hacia con gran deleite en playas solitarias a primera hora. Y así fue que la casualidad, ángel de la guardia de los viajeros, me brindó la oportunidad de pasar un mes y medio a cuerpo de rey, en una fantástica casa en un enclave maravilloso y con gente curiosa de alta alcurnia milanesa, gozando de las playas, fiestas, ágapes, y de la navegación por las agua cristalinas que bordean esta isla poderosa con gente ruda, los sardos, con su lengua propia ininteligible que vive normalmente en el interior calmo al amparo de las algarabías veraniegas. Podrían ser los dueños de la costa lo que pasa es que sus antiguas tradiciones sardas menospreciaban las tierras bajas costeras que solían ser entregadas a las mujeres y valoraban mucho más las tierras altas de montaña.
Fue un verano genial, rematado por conocer otras ciudades que hubieran quedado fuera de mi ruta y alcance como Génova y Milano donde estuve durante la semana de la moda en un entorno elitista rodeado de belleza y esculturas vivientes. Entornos como en el que viví en la isla, que normalmente rehuyo de él lo más lejos posible, pero que como buen viajero tengo curiosidad de leer entre lineas y conocer la realidad, u otras realidades a años luz de la mía.
Regresé a Venezia y gasté los últimos cartuchos del verano y cuando por fin tomé la que fue la difícil resolución de irme y continuar viaje terminé de degustar los deleites que Venezia brinda al pasajero sin prisa, me cargué de amor e inspiración de musas y artistas a los que guardo un gran recuerdo, me despedí de mi mentor y maestro chileno y me alejé pisando tierra firme con aires de Marco Polo, dirección al norte, a los Alpes donde empecé a pasar frio en tierras de la lengua de los friulanos,y crucé a Eslovenia por las altas montañas y los verdes prados austríacos.
Después de casi siete meses dejo Italia, un país de gente estereotipada que me ha sorprendido muy gratamente, un país relativamente moderno que hasta no hace tanto eran reinos distintos y que hasta que Dante no unificó y creó la lengua de la nueva nación se hablaban lenguas muy diversas que aún se mantienen de sur a norte y que uno aprecia si va con calma.
Diferentes regiones que me hacen entender más aún que no solo las fronteras administrativas fueron inventadas en África sino que las fronteras administrativas son solo eso, administrativas, y este descubrimiento me ha sacado el velo y me ha hecho comprender de donde soy, de mi catalanidad y de mi españolidad. Y que cuando uno sabe realmente de donde es desaparecen las fronteras y las pantomimas de nacionalismos, patriotismos y demás armas políticas de encantadores de serpientes y flautistas de Hamelin. De mi mapa mental han desaparecido dichas fronteras y me siento libre y más catalán y español que nunca. Y gracias a entender de donde vengo y de donde venimos todo esto ya no tiene importancia.
Y si al estar leyendo estas lineas notas algún tipo de rechazo deja de escuchar a los flautistas de Hamelin y aprende a tocar la flauta que de verdad que da gusto.