No intenten hacer esto en sus casas
17/11/2012
Rabat es la segunda ciudad más grande de Marruecos y la capital administrativa.
A pesar de ser una gran ciudad se hace una vida de pueblo, todo el mundo se conoce ya que todo se concentra en un punto, la Medina y sus alrededores. No me suelen gustar las grandes ciudades, y Rabat no fue una excepción al principio. Pero pasados unos días de estadía obligada empecé a encontrarle el gustillo a sus movimientos y a sus calles repletas de algarabía. Ya que, al igual que en la mayor parte de Marruecos las calles hierven sobretodo cuando cae el sol, después de la penúltima oración. Todos salen a las calles, paseando los enamorados, curioseando los curiosos, corriendo los niños, comprando las mujeres, charlando los hombres.
Toda la Medina se llena de olores a comida, frita y a la brasa, sopas, pinchos, dulces, palomitas, algodones de azúcar, etc. Como si todos los días fueran días de fiesta. Se hace agradable pasear y observar los movimientos de la gente en esta Medina, que no es tan agobiante, al no ser tan turística, cómo las medinas de Marrackesh o Fés.
En Rabat los vendedores te dejan curiosear a tu aire.
Es jueves por la mañana, me levanto más tarde de lo que hubiera querido, cojo un taxi y me dirijo a la Embajada de Mauritania para obtener mi visado para entrar a dicho país. Al llegar delante de lo que parece una casa normal (de la zona rica de la ciudad) me encuentro con unas 30 personas delante de una puertecita metálica, a los gritos y empujándose unos a otros. Buf! Esto es la embajada? Y la cola? Quién es el último? Y la pantallita de LEDs con los turnos? Evidentemente no hay nada parecido a todo esto. Bien, el horario de la embajada es de 9h a 11h, son las 10 i media y aquí no se avanza. Hoy no hay nada que hacer, lo volveré a intentar mañana.
Pero no me voy, me quedo merodeando por allí analizando la situación para enterarme de cómo actuar.
Que no cunda el pánico.
Suerte que me quedo allí, puedo descubrir quien manda, quién se marca los faroles, a quién pagar euros frescos para pasar delante de la fila, que cosas gritar para serenar al personal sobreexcitado. Ahora ya sé más o menos qué hacer mañana.
Las embajadas también son el lugar ideal para conocer a los turistas y viajeros que que te irás encontrando durante tu viaje, conocerlos, intercambiar información, establecer contactos, etc. Entablo conversación con varios turistas alemanes y una pareja hispano-marroquí.
Una vez cerradas las puertas nos quedamos unas horas más por allí fuera, a veces las vuelven a abrir, que no sea hoy ese día. El viernes a las siete y media de la mañana ya estoy allí. Y pensando en ser el primero, cuál fue mi sorpresa al ver que las mismas 30 personas ya estaban allí "arremangaos". Mierda, otro día más no por favor!
Pero hoy, un alemán, eficiente como todos los alemanes, a preparado unos papelitos con números para intentar poner un poco de orden y crear una fila como dios manda.
Alemanes.
Se abre la puerta, las piernas se empiezan a mover nerviosas y la fila "alemana" empieza a desquebrajarse, el alemanote grita un par de "Scheiße" (como "Shit" en inglés) y la fila vuelve a centrarse. Hoy avanzamos más deprisa y por fin puedo entrar, el señor cónsul me hace pagar la tasa oficial y entregar mi pasaporte, al día siguiente de 14h a 16h puedo pasar a recogerlo, sellado con la visa. Pero claro, mañana es sábado! Tenemos que esperar hasta el Lunes! A menos que te acerques a ese señor con pinta a trilero, le digas: "el pájaro está en el nido!" y le des el equivalente a 125 euros, si cumple con su palabra tienes tu pasaporte listo en 5 min. Y no son pocos los que lo pagan.
En fin, los siguientes dos días en Rabat pasan bien, a veces aburrido, otras animado, conociendo mucha gente y visitando lugares hermosos. Pero necesito movimiento y pueblos más pequeños, la vida en la ciudad es demasiado cara para mi.
El lunes al mediodía estoy en la embajada, con la mochila a cuestas, si me dan el pasaporte con la estampa me largo directo.
A dónde, no lo sé.
Cómo, tampoco lo sé.
Hablo con el chico alemán, que viaja con su furgoneta, como la mayoría de los turistas que van a Mauritania, y le pregunto si le interesa que vaya con él, no sé hasta donde, pero al menos ir un poco hacía el sur y después poder hacer autoestop. Me dice que encantado, que hasta donde quiera, que él va directo a Burkina, sin parar, pasando por Mauritania y Mali.
Negocios, me dice.
Con esto que llega mi turno, nervioso, me peino un poco, (antes de ir a una embajada es el momento idóneo para afeitarse e ir a la pelu, para tener un aspecto de turista acaudalado), entro en la habitacioncita y el señor embajador me da mi pasaporte, lo reviso, todo correcto, visa correcta y me conceden 30 días de estancia a su país. El problema con el que no había contado, la visa empieza a contar desde ya, o sea, que cuantos más día esté en Marruecos menos días dispondré en Mauritania. Todos salimos de la habitación con cara de alegría, haciendo: "Bien!" con las manos.
Venga, vayámonos ya!
"Carretera y manta". Christian, el alemán, y yo, en una Nissan Serena, una pareja mayor de alemanes en un camionazo 4x4 y otro alemán con una Transporter arrancamos motores y nos dirigimos hacia el sur.
Christian lleva la furgo llena de trastos, miles de cosas unas encima de otras, una nevera llena de comida y muchas cajas de cerveza y de vino. Tiene 31 años, su oficio, contrabandista.
Lleva unos 40 viajes haciendo lo mismo, unas ocho veces al año, compra coches, furgos, autocares, ambulancias; las llena de piezas de recambio de automóvil, herramientas de carpintero, alcohol, aparatos electrónicos.
Como en el Mercat del Encants en BCN.
El coche lo suele vender en Mali o Burkina, son los que mejor pagan, el resto de cosas las va vendiendo por el camino, por ejemplo, cuando vé una carpintería vende herramientas de carpintero, cuando paramos en una gasolinera vende alcohol al de la tienda. Es impresionante, cuando más al sur vamos, la gente al ver la furgoneta, que previamente Chris ha dejado las puertas abiertas para dejar a la vista todo lo que lleva, se arremolina a su alrededor y empiezan a preguntar precios de todo. Me parece que estoy en Ikea, todo, y cuando digo todo es todo, tiene precio. Le vi vender las ruedas de recambio y el lateral de la puerta trasera de la Nissan con la que íbamos. Para dormir, una puerta encima de los trastos y encima de la puerta, un colchón, también a la venta. Un tío muy peculiar, y os lo digo de verdad, para vender como vendía él todas estas cosas y de la manera cómo las vendía, se tiene que ser especial. Uno no puede llegar a Burkina Faso así como así y venderse hasta los zapatos. Además, él conoce la ruta, y en un pueblo X parábamos vendíamos algo y comprábamos otras cosas, que él sabia que vendería más adelante en otro país, a mejor precio.
Además, Marruecos se caracteriza por tener controles policiales y militares en las entradas y salidas de todo pueblo y ciudad. Que qué hacíamos? Simplemente le decía un par de cumplidos con una sonrisa forzada y por la ventanilla aparecían milagrosamente un par de cervecitas frías para cada policía que estuviera en el control! Que pasa cuando el perro detecta mercancías ilegales en la frontera?
Pues exactamente lo mismo, lo que en vez de dos por cabeza son dos y un tetrabrick de "vino de mesa Marqués de Chorrapelada" "Eh! El mejor vino español! Vale mucho dinero! Mira, mira, es de este año!"
Y así pasábamos kilómetros y kilómetros. Chris se ponía como recostado encima del volante, tieso como un bratsburg, yo ponía Alpha Blondie a todo volumen y los dos cantábamos, felices, durante horas, cruzando Marruecos de Norte a Sur hasta llegar al Sáhara Occidental. Pasando por paisajes sublimes, carreteras rectas, unos pueblos perdidos con gentes encantadoras, puertos de montaña con unas vistas maravillosas, una costa escarpada y virgen, con unas playas perfectas e interminables. Oh! que variopinto Marruecos, que bonito país!
Fueron unos días perfectos con Chris, parábamos en cualquier sitio en medio de la noche, el dormía en la furgo y yo montaba la tienda, bajo el cielo infinitamente estrellado del desierto sahariano.
Por mucho dinero que se pague, nunca un turista rico podrá vivir estas experiencias, nunca. La felicidad no tiene nada que ver con el dinero, y a mi parecer, menos aún cuando se trata de viajar. Cuanto menos dinero más contacto con las personas, y con más contacto, más experiencias vas a vivir.
También decir que viajar con la tienda de acampar ha sido una muy buena decisión, aunque pese o sea aparatosa. Sabiendo que la tienes te permites arriesgar más. Que me quedo tirado en medio de una carretera perdida, no pasa nada, monto mi tienda, duermo, y mañana seguro que volverá a salir el sol.
Así que día tras día, negocio tras negocio, kilómetro tras kilómetro, no nos damos cuenta y ya estamos entrando en el Sáhara Occidental. Última colonia española, maltratada y abandonada por un gobierno irresponsable. Ahora si, me dirijo a zonas que nunca antes he pisado. Me muero de ganas.
Dejate llevar.