In saecula seaculorum
Septiembre/Octubre 2013
Dejar Vialadougou resultó mucho más fácil que alcanzarlo.
Tuve la suerte que coincidiesen el día de mi partida con los días de mercado de poblaciones aledañas.
Así que de camión en camión fui saltando de aldea en aldea y de mercado en mercado.
Ayyyyy!!!, los mercados, uno no se cansa de husmear en ellos. Son a la vez centros comerciales, de negocios, son la cámara de congresos donde los alcaldes y personajes pudientes hablan de sus planes, donde los ancianos de diferentes aldeas se encuentran una vez a la semana y discuten sobre los planes de los pudientes, donde los jóvenes se pasean con sus galas de domingo al modo pavo-real para conquistar al sexo opuesto.
La excusa, el mercado.
Está el hombre con una pila de pares desparejados de chanclas y zapatos de goma; la mujer que en una pequeña mesita considerada como obra de arte, diría que cubista, vende tres cebollas y cuatro guindillas; a su lado, la mujer que llena bolsitas de plástico con agua; las hijas que la venden dando vueltas por el mercado; el criador de ganado, que por la mañana temprano sacrifica una vaca y colgada de algún palo o encima de una mesa que antes era de madera y ahora de carne vieja la va cortando a trozos y vendiendo; el chico joven que se pasea por entre los puestitos ofreciendo bolsas de plástico a las compradoras; el alguacil que va de puesto en puesto cobrando los aranceles.
Son todo colores de mercancías varias, de los paños de las mujeres, de las imposibles trenzas de las niñas; una inspiración para los sentidos; de los olores de los buñuelos dulces que se fríen, de carne al sol, de pescado seco, ahumado, fresco, de las bolsitas de especies, de gallina viva, de ropa usada, de la gran olla de la gran señora que prepara el menú de su improvisado restaurante.
En el terreno de al lado de los puestos de venda hablan los comerciantes de ganado, grupos de hombres calmos, de mirada serena y nómada (en su mayoría de la etnia Peul), hablan de precios, tocan los lomos de las cabras y corderos para tasar la mercancía, miran con ojo experto las vacas de grandes cuernos y los dientes de los asnos de carga. Hablan cogidos de la mano, el contacto físico es siempre presente, como si se descubrieran secretos se susurran al oído, están jugando al juego de regatear, intentando cerrar un trato óptimo para las dos partes implicadas. Para nosotros el regateo es una aventura, una cosa extraña y de motivos incomprensibles o que huelen mal, que a veces divierte, a veces pone nervioso y normalmente te hace sentir mal. Aunque en realidad todo es simple lógica. el que vende, obviamente, intenta sacar el máximo de beneficio y parte de un precio que todos saben que es exagerado, pero que ninguno considera como estafa, es solo un precio. El comprador quiere pagar cuanto menos mejor y reduce el precio a la mitad o a una cifra inferior de lo que lleva en el bolsillo y a partir de aquí, el que vende sube y el que compra baja. Hasta que el comprador encuentra un precio conveniente acorde con su presupuesto y con el precio que esta dispuesto a pagar por ese producto, y el que vende considera siempre que le den más de lo que ha pagado él. Aunque a veces incluso pueden vender a sabiendas que pierden. Porqué aquí, quien compra es porqué tiene una necesidad y el que vende también lo tiene en cuenta, y el vendedor también necesita de este dinero para sus necesidades, por lo tanto el comprador entiende su situación.
Sí que en los días de mercado se pueden encontrar y comprar diversos útiles necesarios que de otra forma resultan más caros o difíciles de encontrar, pero resulta curioso el hecho que cada semana sea una gran fiesta, como si fuera una vez al año y no cada semana. A nivel de negocio puede que no sea una gran feria, pero lo es a nivel social, y a la vez marca cuando empieza o termina la semana y cuanto tiempo hace que sucedió esto o aquello.
A nivel económico da una sensación de que nadie gana ni nadie pierde, todo se transforma. La que vende bolsitas de agua mientras está hablando con la que vende cuatro cebollas, le compra dos, que a su vez, ésta, compra una pastilla de jabón "lavalotodo", y luego, con las monedillas que se ha sacado, la que vende el jabón, se compra una bolsita de agua. Una microeconomia que no entiende tanto de ganancias y ahorros como de supervivencia, un recuerdo del intercambio que se mantiene en cierta manera vivo, aunque ahora se usan como intermediarios estas piezas metálicas que cuestan tanto de conseguir. Esa sensación de que en cada país existen solo diez monedas y que van dando vueltas de mano en mano, hoy la tienes tu y mañana la tengo yo.
Como puede África producir dinero tal y como están las cosas?
Los recursos naturales africanos -en la mayoría de países- son muchos, hay de todo y aún no se le ha metido mano hasta el fondo. Todos sabemos que estos recursos se malvenden a naciones sin corazón que se aprovechan de la corrupción de los lideres africanos para llevárselo todo y dejar muy poco, de destruir mucho y construir menos. Estas naciones se lo llevan a sus países donde tienen las industrias de transformación y un mercado activo. En África nadie se a preocupado de crear nada, los que van a África creyendo ayudar con meritadas y buenísimas intenciones solo apagan el fuego y ayudan a saciar la impotencia. Otra manera de hacer entrar y mover dinero sería la del turismo, pero de tanto creer y crear mentiras sobre el continente el turismo solo se concentra en unos pocos países de vacaciones organizadas por una agencia en tu país, y pagadas en tu país, donde te alojarás en hoteles el dueño del cual es de tu país, y te moverás con furgonetas o camiones exportados desde tu país; no podrás comer en los puestos de la calle porqué te pueden contagiar enfermedades que todavía no existen, no podrás beber agua corriente, por lo tanto compraras botellas que se producen en tu país. O sea, que al final la mayoría del dinero que te has gastado llegará antes que tú a tu país y muy poco se quedará en África. Lo único que realmente vuelve a África son todos los productos (PC's, teléfonos, ropa, coches, maquinaria de todo tipo, y objetos de todo a cien) que nosotros hemos tirado al contenedor porqué ya no necesitábamos. Y la pregunta es: Después de África hay algún otro lugar en el mundo donde aun se puedan aprovechar estos cachivaches? Pues absoluta y evidentemente no, por lo tanto todos estos kilos de plásticos, metales y silicios terminan en una cuneta o en pilas improvisadas de desechos. Las mismas que cuando estas de vacaciones allí te hacen salir una mueca de asco, y pensar, cuanta suciedad, y en el mejor de los casos, pobrecillos.
Al mediodía todo termina como ha empezado, decenas de furgonetas y camiones se llenan de sacos, animales y enseres variopintos y se llevan a la gente de vuelta a casa. En el mercado solo quedan los desperdicios aprovechados por los perros y gatos hambrientos, y centenares de inmortales y perennes bolsas de plástico.
De mercado en mercado me fui más al Este, a un pequeño pueblecito donde me acogieron y hospedaron unos misioneros católicos en su misión. Dos padres enérgicos, de buenas intenciones, socialistas de la izquierda colombiana, que les ayudaba en las diferentes tareas diarias, trabajillos para la comunidad y vecinos, preparar misas, etc. a cambio de hospedaje y comida y buenas migas. La misión era un hormiguero, siempre lleno de gente, algunos menesterosos, algunos con algún problema o litigio a resolver, otros fervientes cristianos sedientos de conversación, hacía las veces de centro social y lugar de encuentro y referencia para la comunidad.
Dejar Vialadougou resultó mucho más fácil que alcanzarlo.
Tuve la suerte que coincidiesen el día de mi partida con los días de mercado de poblaciones aledañas.
Así que de camión en camión fui saltando de aldea en aldea y de mercado en mercado.
Ayyyyy!!!, los mercados, uno no se cansa de husmear en ellos. Son a la vez centros comerciales, de negocios, son la cámara de congresos donde los alcaldes y personajes pudientes hablan de sus planes, donde los ancianos de diferentes aldeas se encuentran una vez a la semana y discuten sobre los planes de los pudientes, donde los jóvenes se pasean con sus galas de domingo al modo pavo-real para conquistar al sexo opuesto.
La excusa, el mercado.
Está el hombre con una pila de pares desparejados de chanclas y zapatos de goma; la mujer que en una pequeña mesita considerada como obra de arte, diría que cubista, vende tres cebollas y cuatro guindillas; a su lado, la mujer que llena bolsitas de plástico con agua; las hijas que la venden dando vueltas por el mercado; el criador de ganado, que por la mañana temprano sacrifica una vaca y colgada de algún palo o encima de una mesa que antes era de madera y ahora de carne vieja la va cortando a trozos y vendiendo; el chico joven que se pasea por entre los puestitos ofreciendo bolsas de plástico a las compradoras; el alguacil que va de puesto en puesto cobrando los aranceles.
Son todo colores de mercancías varias, de los paños de las mujeres, de las imposibles trenzas de las niñas; una inspiración para los sentidos; de los olores de los buñuelos dulces que se fríen, de carne al sol, de pescado seco, ahumado, fresco, de las bolsitas de especies, de gallina viva, de ropa usada, de la gran olla de la gran señora que prepara el menú de su improvisado restaurante.
En el terreno de al lado de los puestos de venda hablan los comerciantes de ganado, grupos de hombres calmos, de mirada serena y nómada (en su mayoría de la etnia Peul), hablan de precios, tocan los lomos de las cabras y corderos para tasar la mercancía, miran con ojo experto las vacas de grandes cuernos y los dientes de los asnos de carga. Hablan cogidos de la mano, el contacto físico es siempre presente, como si se descubrieran secretos se susurran al oído, están jugando al juego de regatear, intentando cerrar un trato óptimo para las dos partes implicadas. Para nosotros el regateo es una aventura, una cosa extraña y de motivos incomprensibles o que huelen mal, que a veces divierte, a veces pone nervioso y normalmente te hace sentir mal. Aunque en realidad todo es simple lógica. el que vende, obviamente, intenta sacar el máximo de beneficio y parte de un precio que todos saben que es exagerado, pero que ninguno considera como estafa, es solo un precio. El comprador quiere pagar cuanto menos mejor y reduce el precio a la mitad o a una cifra inferior de lo que lleva en el bolsillo y a partir de aquí, el que vende sube y el que compra baja. Hasta que el comprador encuentra un precio conveniente acorde con su presupuesto y con el precio que esta dispuesto a pagar por ese producto, y el que vende considera siempre que le den más de lo que ha pagado él. Aunque a veces incluso pueden vender a sabiendas que pierden. Porqué aquí, quien compra es porqué tiene una necesidad y el que vende también lo tiene en cuenta, y el vendedor también necesita de este dinero para sus necesidades, por lo tanto el comprador entiende su situación.
Sí que en los días de mercado se pueden encontrar y comprar diversos útiles necesarios que de otra forma resultan más caros o difíciles de encontrar, pero resulta curioso el hecho que cada semana sea una gran fiesta, como si fuera una vez al año y no cada semana. A nivel de negocio puede que no sea una gran feria, pero lo es a nivel social, y a la vez marca cuando empieza o termina la semana y cuanto tiempo hace que sucedió esto o aquello.
A nivel económico da una sensación de que nadie gana ni nadie pierde, todo se transforma. La que vende bolsitas de agua mientras está hablando con la que vende cuatro cebollas, le compra dos, que a su vez, ésta, compra una pastilla de jabón "lavalotodo", y luego, con las monedillas que se ha sacado, la que vende el jabón, se compra una bolsita de agua. Una microeconomia que no entiende tanto de ganancias y ahorros como de supervivencia, un recuerdo del intercambio que se mantiene en cierta manera vivo, aunque ahora se usan como intermediarios estas piezas metálicas que cuestan tanto de conseguir. Esa sensación de que en cada país existen solo diez monedas y que van dando vueltas de mano en mano, hoy la tienes tu y mañana la tengo yo.
Como puede África producir dinero tal y como están las cosas?
Los recursos naturales africanos -en la mayoría de países- son muchos, hay de todo y aún no se le ha metido mano hasta el fondo. Todos sabemos que estos recursos se malvenden a naciones sin corazón que se aprovechan de la corrupción de los lideres africanos para llevárselo todo y dejar muy poco, de destruir mucho y construir menos. Estas naciones se lo llevan a sus países donde tienen las industrias de transformación y un mercado activo. En África nadie se a preocupado de crear nada, los que van a África creyendo ayudar con meritadas y buenísimas intenciones solo apagan el fuego y ayudan a saciar la impotencia. Otra manera de hacer entrar y mover dinero sería la del turismo, pero de tanto creer y crear mentiras sobre el continente el turismo solo se concentra en unos pocos países de vacaciones organizadas por una agencia en tu país, y pagadas en tu país, donde te alojarás en hoteles el dueño del cual es de tu país, y te moverás con furgonetas o camiones exportados desde tu país; no podrás comer en los puestos de la calle porqué te pueden contagiar enfermedades que todavía no existen, no podrás beber agua corriente, por lo tanto compraras botellas que se producen en tu país. O sea, que al final la mayoría del dinero que te has gastado llegará antes que tú a tu país y muy poco se quedará en África. Lo único que realmente vuelve a África son todos los productos (PC's, teléfonos, ropa, coches, maquinaria de todo tipo, y objetos de todo a cien) que nosotros hemos tirado al contenedor porqué ya no necesitábamos. Y la pregunta es: Después de África hay algún otro lugar en el mundo donde aun se puedan aprovechar estos cachivaches? Pues absoluta y evidentemente no, por lo tanto todos estos kilos de plásticos, metales y silicios terminan en una cuneta o en pilas improvisadas de desechos. Las mismas que cuando estas de vacaciones allí te hacen salir una mueca de asco, y pensar, cuanta suciedad, y en el mejor de los casos, pobrecillos.
Al mediodía todo termina como ha empezado, decenas de furgonetas y camiones se llenan de sacos, animales y enseres variopintos y se llevan a la gente de vuelta a casa. En el mercado solo quedan los desperdicios aprovechados por los perros y gatos hambrientos, y centenares de inmortales y perennes bolsas de plástico.
De mercado en mercado me fui más al Este, a un pequeño pueblecito donde me acogieron y hospedaron unos misioneros católicos en su misión. Dos padres enérgicos, de buenas intenciones, socialistas de la izquierda colombiana, que les ayudaba en las diferentes tareas diarias, trabajillos para la comunidad y vecinos, preparar misas, etc. a cambio de hospedaje y comida y buenas migas. La misión era un hormiguero, siempre lleno de gente, algunos menesterosos, algunos con algún problema o litigio a resolver, otros fervientes cristianos sedientos de conversación, hacía las veces de centro social y lugar de encuentro y referencia para la comunidad.
En fin, que fueron unas cuatro o cinco semanas que me permitieron descansar y vivir la experiencia de ser misionero, o al menos, de ver como es la vida de un misionero. Les acompañaba a celebrar misas y otros sacros oficios en diferentes aldeas remotas, de etnias que están desapareciendo. Y es que en Costa de Marfil hay un montón de etnias y grupos diversos en muchos de los cuales solo quedan unas cien personas como único testimonio.
Todo se mezcla, todo cambia y evoluciona.
También tuve la oportunidad de acompañar a los padres a evangelizar a “pobrecitos”. Y ahora permitidme que, aunque intento no juzgar demasiado y mantenerme en una posición neutra en lo que escribo, escriba cuatro lineas críticas.
Mi valoración personal del trabajo de estos misioneros, su valor, constancia y empeño, capacidad de sacrificio y de amor a los demás es sobresaliente. Se necesita mucha fe y creer en algo grande para vivir toda una vida de manera altruista. Y como dice mi abuela: "los curas buenos son los que están en las misiones". Pero no todo puede ser perfecto y lo que es bueno para unos debe ser malo para otros. Entonces, lo que yo he visto en estas evangelizaciones podría considerarlo como el punto negativo.
Y ocurría más o menos así.
Llegábamos en estas pequeñas aldeas (donde para muchos era la primera vez de ver al sobre valorado blanco) montados en el 4x4 de la misión; ya de entrada un coche privado en estos lugares es cosa extrañísima, con tres blancos dentro, uno de ellos entrado en años y con su gran barba blanca. La gente más humilde veía que todas las personalidades de la comunidad y alrededores salían rápidamente a saludar y dar la bienvenida a tan honrosa comitiva. Ya solo con esto se creaba en el ambiente una diferencia entre nosotros y ellos, y aumentaba aún más esa sobrevaloración general que tienen los negros sobre los blancos.
Luego empezaba el movimiento de encontrar una mesa y ponerla en el centro de la plaza o terreno central del pueblo, cubrirla con la sábana de lino blanco impoluto y ribeteado finamente, un ramo de flores frescas, una cruz de madera con un hombre negro de bronce muerto y con clavos en sus pies y manos, y una serie de platitos, copas y botellas nunca vistas y que al parecer son de este metal por el cual mi hijo ha emigrado al país de al lado y malvive para encontrarlo debajo de tierra. Al caer el sol todos estamos reunidos, sentados alrededor de esta bendita mesa, la mayoría impacientes e intrigados porqué por lo que parece estos blancos se disponen a hacer alguna cosa muy especial. Y aparece el blanco más viejo, ataviado de una larga túnica del mismo blanco impoluto que la sabana, con un paño púrpura alrededor del cuello que le da un aire extraño y de ministro de alguna cosa, con el pelo de la cabeza y el pelo de la cara bien peinado. Cuando se acerca a la mesa hace unas reverencias sumisas delante de ella y a este que esta muerto en la cruz, y unos cuantos que han venido con él se levantan sin decir nada y sin previo aviso; y el hombre peludo empieza a hablar en lengua extraña y todos responden y cantan y se ponen de rodillas. Tanto están serios como si se hubiera muerto alguien; como están contentos y se saludan dando la mano. Llegados a un punto comen una cosa blanca y se beben un licor.
De esta manera se crea un ambiente, a lo mejor involuntario, de curiosidad, de algo mágico y extraño. Tener a un hombre blanco entre nosotros siempre es señal de alguna cosa, a lo mejor es para dar dinero, quien sabe. Y así toda la multitud esta mirando la celebración sin saber de que va nada de esto, pero por si acaso mejor esperamos a ver que sucede, además, es la única cosa diferente que pasa desde hace dos cosechas.
Pero claro, todavía no se ha terminado, falta el momento culminante, esta solo era la fase de aclimatación y curiosidad.
En ese momento entra en juego el interprete, que traduce a partir de ahora del francés a la lengua local. Y el padre empieza a hablar calmadamente sobre qué es el hombre, la humanidad, el amor,...y sube el tono y el tempo, y habla sobre qué es la espiritualidad, el espíritu, ...y sube un poco más de tono, ahora parece un poco enfadado, incluso el traductor, ..., y continúa predicando sobre el dolor de perder a una persona querida, a donde va, porque tanto sufrimiento en la tierra, ...y llega al éxtasis, mas propio del candombe brasileño, que del catolicismo romano, ...y ahora habla de Él, de las antiguas supersticiones, dando motivos para no creer en espíritus africanos que hasta el momento, qué han hecho?, habla de Dios, del único Dios, el misericordioso, que siempre escucha y siempre perdona, de la sumisión hacia Él,....REZAD HERMANOS, DAOS A ÉL, A EL PADRE!!!!!!! NO TENGAIS MIEDO, ÉL NOS ESCUCHA!!!!! Y levantando las manos y la mirada hacia el cielo, emocionado, nervioso,... Todos los que ya se han dado a Él empiezan a cantar enérgicamente y a batir de manos. Yo, como los que no sabían de qué iba la cosa teníamos los pelos de punta y los ojos fuera de órbita. Y, voilà, una joven se pasea con un cestito de mimbre decorado, muy bonito, delante de los ya conversos desde hace un tiempo y que vienen a dar apoyo al padre y a hacer bulto, y cada uno mete......que es esto que tiran dentro!....puede que sea dinero?.....SI!!! es dinero!!! Cuando termina de pasar delante de cada uno de los fieles deja el cesto delante de la mesa y del padre y volviendo a levantar las manos y la vista al cielo empieza a murmurar palabras dirigiéndose al dinero, después coge una especie de mortero pequeño mojado con agua y moja el dinero!!!! Los cantos cesan y la gente se tranquiliza, miran al suelo y murmuran cualquier cosa. Sabes qué??? por si acaso meteré alguna moneda dentro de este cesto mágico, no sea que se multiplique y todos reciban y yo no.
Y de esta manera cada uno de los que veían por primera vez la función se acercaban indecisos y vergonzosos al cestito y metían lo que buenamente podían. Y después, el cesto desaparecía, para no volver jamas.
Fue una experiencia que me dejó bastante perplejo, fue un episodio malo. Y no me refiero a que todo el estudiado discurso del padre, ensayado y experimentado durante años de misiones africanas sirviese para recaudar dinero, en realidad, si una cosa no les importaba en absoluto a los padres era el dinero, vivían de manera bastante espartana y sin pestañear, sin ningún sueldo y con dos meses de vacaciones para regresar a sus países a visitar a los familiares cada tres años; sino que me dejó un poco cabizbajo el hecho de jugar con las buenas intenciones de la gente, de jugar con aquello que falta y todos anhelan, de la ingenuidad involuntaria y de la superioridad impuesta.
Eso si, cuando terminaba la misa o celebración impuesta sacaban los tambores y empezaban la suya, y los padres bailaban como uno más entre risas de los presentes, con cara de felicidad, de estar haciendo lo que tienen que hacer. Muchos de estos misioneros y misioneras, en parte, van a las misiones para dejar atrás los aspectos que no les gustan de su Iglesia, para vivir una vida común, aquí no hace falta que se escondan tanto cuando rompen algún dogma o regla.
Todo se mezcla, todo cambia y evoluciona.
También tuve la oportunidad de acompañar a los padres a evangelizar a “pobrecitos”. Y ahora permitidme que, aunque intento no juzgar demasiado y mantenerme en una posición neutra en lo que escribo, escriba cuatro lineas críticas.
Mi valoración personal del trabajo de estos misioneros, su valor, constancia y empeño, capacidad de sacrificio y de amor a los demás es sobresaliente. Se necesita mucha fe y creer en algo grande para vivir toda una vida de manera altruista. Y como dice mi abuela: "los curas buenos son los que están en las misiones". Pero no todo puede ser perfecto y lo que es bueno para unos debe ser malo para otros. Entonces, lo que yo he visto en estas evangelizaciones podría considerarlo como el punto negativo.
Y ocurría más o menos así.
Llegábamos en estas pequeñas aldeas (donde para muchos era la primera vez de ver al sobre valorado blanco) montados en el 4x4 de la misión; ya de entrada un coche privado en estos lugares es cosa extrañísima, con tres blancos dentro, uno de ellos entrado en años y con su gran barba blanca. La gente más humilde veía que todas las personalidades de la comunidad y alrededores salían rápidamente a saludar y dar la bienvenida a tan honrosa comitiva. Ya solo con esto se creaba en el ambiente una diferencia entre nosotros y ellos, y aumentaba aún más esa sobrevaloración general que tienen los negros sobre los blancos.
Luego empezaba el movimiento de encontrar una mesa y ponerla en el centro de la plaza o terreno central del pueblo, cubrirla con la sábana de lino blanco impoluto y ribeteado finamente, un ramo de flores frescas, una cruz de madera con un hombre negro de bronce muerto y con clavos en sus pies y manos, y una serie de platitos, copas y botellas nunca vistas y que al parecer son de este metal por el cual mi hijo ha emigrado al país de al lado y malvive para encontrarlo debajo de tierra. Al caer el sol todos estamos reunidos, sentados alrededor de esta bendita mesa, la mayoría impacientes e intrigados porqué por lo que parece estos blancos se disponen a hacer alguna cosa muy especial. Y aparece el blanco más viejo, ataviado de una larga túnica del mismo blanco impoluto que la sabana, con un paño púrpura alrededor del cuello que le da un aire extraño y de ministro de alguna cosa, con el pelo de la cabeza y el pelo de la cara bien peinado. Cuando se acerca a la mesa hace unas reverencias sumisas delante de ella y a este que esta muerto en la cruz, y unos cuantos que han venido con él se levantan sin decir nada y sin previo aviso; y el hombre peludo empieza a hablar en lengua extraña y todos responden y cantan y se ponen de rodillas. Tanto están serios como si se hubiera muerto alguien; como están contentos y se saludan dando la mano. Llegados a un punto comen una cosa blanca y se beben un licor.
De esta manera se crea un ambiente, a lo mejor involuntario, de curiosidad, de algo mágico y extraño. Tener a un hombre blanco entre nosotros siempre es señal de alguna cosa, a lo mejor es para dar dinero, quien sabe. Y así toda la multitud esta mirando la celebración sin saber de que va nada de esto, pero por si acaso mejor esperamos a ver que sucede, además, es la única cosa diferente que pasa desde hace dos cosechas.
Pero claro, todavía no se ha terminado, falta el momento culminante, esta solo era la fase de aclimatación y curiosidad.
En ese momento entra en juego el interprete, que traduce a partir de ahora del francés a la lengua local. Y el padre empieza a hablar calmadamente sobre qué es el hombre, la humanidad, el amor,...y sube el tono y el tempo, y habla sobre qué es la espiritualidad, el espíritu, ...y sube un poco más de tono, ahora parece un poco enfadado, incluso el traductor, ..., y continúa predicando sobre el dolor de perder a una persona querida, a donde va, porque tanto sufrimiento en la tierra, ...y llega al éxtasis, mas propio del candombe brasileño, que del catolicismo romano, ...y ahora habla de Él, de las antiguas supersticiones, dando motivos para no creer en espíritus africanos que hasta el momento, qué han hecho?, habla de Dios, del único Dios, el misericordioso, que siempre escucha y siempre perdona, de la sumisión hacia Él,....REZAD HERMANOS, DAOS A ÉL, A EL PADRE!!!!!!! NO TENGAIS MIEDO, ÉL NOS ESCUCHA!!!!! Y levantando las manos y la mirada hacia el cielo, emocionado, nervioso,... Todos los que ya se han dado a Él empiezan a cantar enérgicamente y a batir de manos. Yo, como los que no sabían de qué iba la cosa teníamos los pelos de punta y los ojos fuera de órbita. Y, voilà, una joven se pasea con un cestito de mimbre decorado, muy bonito, delante de los ya conversos desde hace un tiempo y que vienen a dar apoyo al padre y a hacer bulto, y cada uno mete......que es esto que tiran dentro!....puede que sea dinero?.....SI!!! es dinero!!! Cuando termina de pasar delante de cada uno de los fieles deja el cesto delante de la mesa y del padre y volviendo a levantar las manos y la vista al cielo empieza a murmurar palabras dirigiéndose al dinero, después coge una especie de mortero pequeño mojado con agua y moja el dinero!!!! Los cantos cesan y la gente se tranquiliza, miran al suelo y murmuran cualquier cosa. Sabes qué??? por si acaso meteré alguna moneda dentro de este cesto mágico, no sea que se multiplique y todos reciban y yo no.
Y de esta manera cada uno de los que veían por primera vez la función se acercaban indecisos y vergonzosos al cestito y metían lo que buenamente podían. Y después, el cesto desaparecía, para no volver jamas.
Fue una experiencia que me dejó bastante perplejo, fue un episodio malo. Y no me refiero a que todo el estudiado discurso del padre, ensayado y experimentado durante años de misiones africanas sirviese para recaudar dinero, en realidad, si una cosa no les importaba en absoluto a los padres era el dinero, vivían de manera bastante espartana y sin pestañear, sin ningún sueldo y con dos meses de vacaciones para regresar a sus países a visitar a los familiares cada tres años; sino que me dejó un poco cabizbajo el hecho de jugar con las buenas intenciones de la gente, de jugar con aquello que falta y todos anhelan, de la ingenuidad involuntaria y de la superioridad impuesta.
Eso si, cuando terminaba la misa o celebración impuesta sacaban los tambores y empezaban la suya, y los padres bailaban como uno más entre risas de los presentes, con cara de felicidad, de estar haciendo lo que tienen que hacer. Muchos de estos misioneros y misioneras, en parte, van a las misiones para dejar atrás los aspectos que no les gustan de su Iglesia, para vivir una vida común, aquí no hace falta que se escondan tanto cuando rompen algún dogma o regla.
Eran sobre las seis de la tarde y empezaba a anochecer, estábamos los dos padres y yo fuera del oratorio de la misión, esperando a los dos o tres feligreses que venían a la misa diaria. De repente empecé a sentir que estaba muy mareado, en cuestión de segundos la vista se me nubló, fue como tener una pared blanca delante de mi, empecé a perder el equilibrio, a tambalearme hasta que encontré un árbol donde agarrarme, de muy cerca sentía la voz lejana de los padres preguntándome si estaba bien y que me pasaba, me dolía todo el cuerpo, me subió la fiebre como si se hubiera prendido fuego dentro de mi. Me tambaleé un poco más hasta encontrar una pared que me sostuvo de caer fulminado y empecé a vomitar hasta no dejar nada dentro de mi.
- Parece que estas coleccionando malarias amigo!jajajaaj - comentaban los padres medio preocupados, medio tranquilos del que ha sufrido más malarias que resfriados.
Me llevaron hasta la cama y por la noche me despertaron porque había llegado la enfermera del ambulatorio local para pincharme y hacerme la prueba de la malaria, que curiosamente salió negativa. Tumbado en la cama pasé la noche maldiciendo a los mosquitos que continuaban picándome al menor descuido cuando mis pies o brazos tocaban la mosquitera. A la mañana siguiente el aparato que te dice si estas infectado o no (como los test de embarazo) marcaba claramente que si. Me llevaron al ambulatorio y me dieron pastillas para combatirla. Curiosamente esta segunda vez lo pasé peor que la primera, sobretodo por los dolores, y es que parece que de hecho era la primera mal curada.
En todo caso, lejos estaba de dormir en el suelo húmedo de la selva y de las hormigas carnívoras, esta vez tenia una cama, baño, comida internacional y un ambulatorio cercano. Al cabo de una semana me sentía mejor y al cabo de dos ya estaba al 100% y me había terminado de leer la Biblia entera.
Y continué adelante, hacia Yamoussoukro, la capital política del país, nada interesante aparte de poseer curiosamente la basílica más grande del mundo, superando así la de San Pedro en Roma.
Y de allí fui tirando a la capital administrativa, Abidjan, un mal lugar para el que no sabe donde se mete. Gracias a un alma caritativa estuve a salvo y me sacó del barrio más conflictivo de la enorme y moderna ciudad, y me invitó a su casa donde pase unos quince días, haciendo amigos, trabajando en un bar, y disfrutando de la vida de megalópolis mientras intentaba hacer el siguiente visado, el de Ghana.
En Ghana, dentro de pocos días, me tendría que encontrar con mi hermano y descubrir juntos esta ex-colonia inglesa.
- Lo siento, pero deberías haber hecho el visado en tu país de origen. - Me decía con diplomacia la mujer que me atendió en la embajada, mientras le entregaba satisfecho los papeles, vestido de domingo y con las barbas recién trasquiladas.
- La única opción que tienes es hacerte el permiso de residencia de Costa de Marfil.-
Fueron días de ajetreo administrativo. Hasta el momento no había tenido ningún problema con el tema, por primera vez me topaba con las reglas, más propias de países septentrionales. Idas y venidas a la embajada española para conseguir el permiso de residencia (imposible de obtener ya que te piden un mínimo de seis meses de estancia en Costa de Marfil y yo solo llevaba unos dos y medio); idas y venidas a la embajada de Ghana, primero seguro de hacer las cosas bien, luego suplicando a sabiendas de hacer las cosas mal; presenté el billete de avión de ida y vuelta de mi hermano haciéndolo pasar por el mio, alegando falsamente que me era totalmente imprescindible entrar en su país ya que de allí regresaria a mi tierra, como bien indicaba el billete aéreo; presenté reservas ficticias de hotel; a través de conocidos costamarfileños contacté con personas ghanesas para recibir de ellos una carta de invitación; y algunos otros etcéteras.
Nada resultó.
Al fin, ya un poco desesperado, y es que quería reencontrarme con mi hermano, me dije que bien podría resultar ir directamente a la frontera y hacer las cosas de manera africana, eso es, de hombre a hombre.
Me despedí de todos y todas, en principio, para nunca volver, y me dirigí directo a la frontera. Con toda normalidad me sellaron la salida del país, crucé el rio que hace de frontera natural y me planté delante de la ventanilla de aduanas, después de pasar sin problemas el control de vacunas (donde te puedes vacunar por dos euros de lo que quieras y más).
- Hello! - Me presentaba simpáticamente delante de los militares, entregando mi pasaporte abierto con la pagina sellada de la salida de Costa de Marfil.
- Necesitas el visado. - Me dice casi sin mirarme el oficial al cargo.
Con unos treinta euros visibles en la mano, con moneda local, le dije que pensaba que podía hacerlo en la misma frontera, como es costumbre, y como llevo haciendo. Todo mentira, por supuesto.
- Necesitas el visado. - Me repitió el oficial.
- Perdona, pero puedo hablar con vuestro superior, a ver si encontramos alguna solución?. -
- La única solución es pagar 250 dolares americanos y te podemos hacer un visado de urgencia, solo de 24h, no renovable. -
Le conté mi historia, mis aventuras y mis sueños. Volví a enseñar los billetes de avión y reservas de hoteles. Volví a mostrar claramente el dinero.
Nada.
Me retiré de la ventanilla y me planté de pie, sudando, delante de ellos, con aires de estar pensando una solución que en realidad no conseguía ni pensar. Al final apareció el superior y volví a repetir todo lo repetido anteriormente.
- Mira chico, te entiendo, pero éstas son las reglas y no puedo hacer nada. Tendrás que ir a Abidjan, a la embajada, y allí te harán el permiso sin problemas. (lo que ellos no sabían es que si que tenían problemas, y evidentemente yo no les dije que de allí venia)
- Pero, como lo hago ahora, me han sellado la salida de Costa de Marfil!!! No puedo volver a entrar y ni mucho menos volver a salir de nuevo!!!. - Este fue mi ultimo as que tenia en la manga. Y tampoco funcionó.
Apareció un camión militar, me hicieron entrar en él, y me llevaron de vuelta a la frontera de Costa de Marfil, allí me hicieron rellenar unos papeles de ex-tradición y un permiso no-reglamentario para poder volver a entrar temporalmente hasta resolver la situación. Estaba en el mismo punto donde había empezado, mi hermano llegaba al día siguiente, yo no podía entrar en Ghana, y ya toda la gente del lugar (toda esta gente que suele estar en las fronteras trabajando de contrabando, cambio de moneda, etc.) sabía toda la historia de mi vida. Se me presentaron unos cuantos chicos que me ofrecían cruzar la frontera por un sendero escondido, donde no había controles, etc, etc, etc. Lo intenté. Y obviamente, al cabo de pocas horas me encontraba dentro de un taxi que debía regresarme obligatóriamente a Abidjan. Oficialmente me habían extraditado.
Pero, ésta larguísima jornada estaba aun lejos de terminar.
Mientras regresábamos con el coche nos informaron que unos sindicalistas de las plantaciones bananeras habían hecho barricadas en las carreteras y no dejaban pasar a nadie, con riesgo de recibir unos cuantos balazos.
Y era verdad.
De repente, saliendo de una curva se nos apareció una barricada, pero con nadie a la vista. Todos estaban escondidos entre los bananeros esperando para asaltar. El chófer nos hizo salir corriendo del coche y nos escondimos en medio de las infinitas plantaciones. Al cabo de unos horas indeterminadas y ya de noche, apreciemos que se habían ido. Sigilosamente salimos de nuestros escondites, subimos al coche y continuamos velozmente, sin mirar atrás.
Al día siguiente, sin haber dormido mucho, ya que no sabía donde ir, mi amigo no estaba disponible, y el chófer me había insistentemente invitado a comer en los mejores puestos ambulantes de la ciudad, no sé como seria los otros pero realmente se comía muy bien. Buenísima carne asada, buenas cervezas y buen "cutucú"; terminemos tarde y cantando cualquier canción. Esa mañana con dolor de cabeza volví a la embajada y solo de entrar la chica ya me esperaba, sabia perfectamente que había acontecido el día anterior en la frontera y me dijo que no tenia nada que hacer. Menos que antes.
Decisión final: Hablar con mi hermano y desearle buen viaje; yo partiría dirección norte rumbo a Burkina Faso, de manera ilegal (ya que en mi pasaporte constaba que hacía unos días que había salido del país donde me encontraba), y con un poco de suerte podría hacer el visado en la frontera sin problemas, entrar a Burkina y así rodear Ghana para entrar luego en Togo.
La travesía del país de sur a norte aconteció sin más sobresaltos, me tomó quince días y descubrí otras partes insólitas del país, del verde pasé al polvo, con gentes diversas, pero siempre gentiles. En la frontera no se percataron que tenia ya el sello de salida y me lo volvieron a sellar. En la parte de Burkina tampoco se percataron de ninguna irregularidad y me hicieron el visado in situ.
Contra todo pronóstico y contra todo plan, me encuentro en Burkina Faso.
Dejo de nuevo la vegetación abundante y la humedad asfixiante, para adentrarme otra vez en terrenos secos sahelianos.
- Parece que estas coleccionando malarias amigo!jajajaaj - comentaban los padres medio preocupados, medio tranquilos del que ha sufrido más malarias que resfriados.
Me llevaron hasta la cama y por la noche me despertaron porque había llegado la enfermera del ambulatorio local para pincharme y hacerme la prueba de la malaria, que curiosamente salió negativa. Tumbado en la cama pasé la noche maldiciendo a los mosquitos que continuaban picándome al menor descuido cuando mis pies o brazos tocaban la mosquitera. A la mañana siguiente el aparato que te dice si estas infectado o no (como los test de embarazo) marcaba claramente que si. Me llevaron al ambulatorio y me dieron pastillas para combatirla. Curiosamente esta segunda vez lo pasé peor que la primera, sobretodo por los dolores, y es que parece que de hecho era la primera mal curada.
En todo caso, lejos estaba de dormir en el suelo húmedo de la selva y de las hormigas carnívoras, esta vez tenia una cama, baño, comida internacional y un ambulatorio cercano. Al cabo de una semana me sentía mejor y al cabo de dos ya estaba al 100% y me había terminado de leer la Biblia entera.
Y continué adelante, hacia Yamoussoukro, la capital política del país, nada interesante aparte de poseer curiosamente la basílica más grande del mundo, superando así la de San Pedro en Roma.
Y de allí fui tirando a la capital administrativa, Abidjan, un mal lugar para el que no sabe donde se mete. Gracias a un alma caritativa estuve a salvo y me sacó del barrio más conflictivo de la enorme y moderna ciudad, y me invitó a su casa donde pase unos quince días, haciendo amigos, trabajando en un bar, y disfrutando de la vida de megalópolis mientras intentaba hacer el siguiente visado, el de Ghana.
En Ghana, dentro de pocos días, me tendría que encontrar con mi hermano y descubrir juntos esta ex-colonia inglesa.
- Lo siento, pero deberías haber hecho el visado en tu país de origen. - Me decía con diplomacia la mujer que me atendió en la embajada, mientras le entregaba satisfecho los papeles, vestido de domingo y con las barbas recién trasquiladas.
- La única opción que tienes es hacerte el permiso de residencia de Costa de Marfil.-
Fueron días de ajetreo administrativo. Hasta el momento no había tenido ningún problema con el tema, por primera vez me topaba con las reglas, más propias de países septentrionales. Idas y venidas a la embajada española para conseguir el permiso de residencia (imposible de obtener ya que te piden un mínimo de seis meses de estancia en Costa de Marfil y yo solo llevaba unos dos y medio); idas y venidas a la embajada de Ghana, primero seguro de hacer las cosas bien, luego suplicando a sabiendas de hacer las cosas mal; presenté el billete de avión de ida y vuelta de mi hermano haciéndolo pasar por el mio, alegando falsamente que me era totalmente imprescindible entrar en su país ya que de allí regresaria a mi tierra, como bien indicaba el billete aéreo; presenté reservas ficticias de hotel; a través de conocidos costamarfileños contacté con personas ghanesas para recibir de ellos una carta de invitación; y algunos otros etcéteras.
Nada resultó.
Al fin, ya un poco desesperado, y es que quería reencontrarme con mi hermano, me dije que bien podría resultar ir directamente a la frontera y hacer las cosas de manera africana, eso es, de hombre a hombre.
Me despedí de todos y todas, en principio, para nunca volver, y me dirigí directo a la frontera. Con toda normalidad me sellaron la salida del país, crucé el rio que hace de frontera natural y me planté delante de la ventanilla de aduanas, después de pasar sin problemas el control de vacunas (donde te puedes vacunar por dos euros de lo que quieras y más).
- Hello! - Me presentaba simpáticamente delante de los militares, entregando mi pasaporte abierto con la pagina sellada de la salida de Costa de Marfil.
- Necesitas el visado. - Me dice casi sin mirarme el oficial al cargo.
Con unos treinta euros visibles en la mano, con moneda local, le dije que pensaba que podía hacerlo en la misma frontera, como es costumbre, y como llevo haciendo. Todo mentira, por supuesto.
- Necesitas el visado. - Me repitió el oficial.
- Perdona, pero puedo hablar con vuestro superior, a ver si encontramos alguna solución?. -
- La única solución es pagar 250 dolares americanos y te podemos hacer un visado de urgencia, solo de 24h, no renovable. -
Le conté mi historia, mis aventuras y mis sueños. Volví a enseñar los billetes de avión y reservas de hoteles. Volví a mostrar claramente el dinero.
Nada.
Me retiré de la ventanilla y me planté de pie, sudando, delante de ellos, con aires de estar pensando una solución que en realidad no conseguía ni pensar. Al final apareció el superior y volví a repetir todo lo repetido anteriormente.
- Mira chico, te entiendo, pero éstas son las reglas y no puedo hacer nada. Tendrás que ir a Abidjan, a la embajada, y allí te harán el permiso sin problemas. (lo que ellos no sabían es que si que tenían problemas, y evidentemente yo no les dije que de allí venia)
- Pero, como lo hago ahora, me han sellado la salida de Costa de Marfil!!! No puedo volver a entrar y ni mucho menos volver a salir de nuevo!!!. - Este fue mi ultimo as que tenia en la manga. Y tampoco funcionó.
Apareció un camión militar, me hicieron entrar en él, y me llevaron de vuelta a la frontera de Costa de Marfil, allí me hicieron rellenar unos papeles de ex-tradición y un permiso no-reglamentario para poder volver a entrar temporalmente hasta resolver la situación. Estaba en el mismo punto donde había empezado, mi hermano llegaba al día siguiente, yo no podía entrar en Ghana, y ya toda la gente del lugar (toda esta gente que suele estar en las fronteras trabajando de contrabando, cambio de moneda, etc.) sabía toda la historia de mi vida. Se me presentaron unos cuantos chicos que me ofrecían cruzar la frontera por un sendero escondido, donde no había controles, etc, etc, etc. Lo intenté. Y obviamente, al cabo de pocas horas me encontraba dentro de un taxi que debía regresarme obligatóriamente a Abidjan. Oficialmente me habían extraditado.
Pero, ésta larguísima jornada estaba aun lejos de terminar.
Mientras regresábamos con el coche nos informaron que unos sindicalistas de las plantaciones bananeras habían hecho barricadas en las carreteras y no dejaban pasar a nadie, con riesgo de recibir unos cuantos balazos.
Y era verdad.
De repente, saliendo de una curva se nos apareció una barricada, pero con nadie a la vista. Todos estaban escondidos entre los bananeros esperando para asaltar. El chófer nos hizo salir corriendo del coche y nos escondimos en medio de las infinitas plantaciones. Al cabo de unos horas indeterminadas y ya de noche, apreciemos que se habían ido. Sigilosamente salimos de nuestros escondites, subimos al coche y continuamos velozmente, sin mirar atrás.
Al día siguiente, sin haber dormido mucho, ya que no sabía donde ir, mi amigo no estaba disponible, y el chófer me había insistentemente invitado a comer en los mejores puestos ambulantes de la ciudad, no sé como seria los otros pero realmente se comía muy bien. Buenísima carne asada, buenas cervezas y buen "cutucú"; terminemos tarde y cantando cualquier canción. Esa mañana con dolor de cabeza volví a la embajada y solo de entrar la chica ya me esperaba, sabia perfectamente que había acontecido el día anterior en la frontera y me dijo que no tenia nada que hacer. Menos que antes.
Decisión final: Hablar con mi hermano y desearle buen viaje; yo partiría dirección norte rumbo a Burkina Faso, de manera ilegal (ya que en mi pasaporte constaba que hacía unos días que había salido del país donde me encontraba), y con un poco de suerte podría hacer el visado en la frontera sin problemas, entrar a Burkina y así rodear Ghana para entrar luego en Togo.
La travesía del país de sur a norte aconteció sin más sobresaltos, me tomó quince días y descubrí otras partes insólitas del país, del verde pasé al polvo, con gentes diversas, pero siempre gentiles. En la frontera no se percataron que tenia ya el sello de salida y me lo volvieron a sellar. En la parte de Burkina tampoco se percataron de ninguna irregularidad y me hicieron el visado in situ.
Contra todo pronóstico y contra todo plan, me encuentro en Burkina Faso.
Dejo de nuevo la vegetación abundante y la humedad asfixiante, para adentrarme otra vez en terrenos secos sahelianos.