Fiesta no apta para vegetarianos
04/11/2012
Pasados unos días de dejar Bouarfa y llegando a Rabat siento que tengo que contar un poco sobre la fiesta del cordero. Como ya sabéis es la fiesta más importante en el mundo musulmán, como nuestra navidad.
Una semana antes todo el país está esperando, expectante, ultimando preparativos.
Los nómadas se acercan a los pueblos con sus rebaños de cabras y corderos y por doquier se hacen cercados, convirtiendo así los jardines en mercados de ganado. Los corderos son examinados meticulosamente por el comprador, y es que no son precisamente baratos. Así que mejor conseguir un buen ejemplar magro y joven a un cordero sin dientes y viejo.
Poco saben los pobres corderos de su futuro próximo, pero el viernes morirán a millares.
La familia con la que estoy viviendo y compartiendo estos días tiene dos, señal de que este año a sido próspero y esperando que el siguiente sea, lo menos, mejor.
Son las 7h de la mañana de dicho viernes, todo está preparado en la casa, los cuchillos afilados, los cuencos listos para llenar, solo falta el padre de familia, que está en la mezquita, cuando él llegue, y a su señal, empezará la carnicería.
Sacamos los dos corderos del establo, primero tumbamos uno al suelo y de un golpe hábil de cuchillo empieza a brotar sangre. Luego le llega el turno al segundo, que tiene la misma suerte que su hermano. Todo el suelo del patio se llena de sangre, los pollos y gallinas aprovechan el momento para picotear dios sabe qué.
Ya está, ha sido rápido, esperaba algún tipo de ritual de alabanza a dios, de acción de gracias o bendición, pero no ha sido así.
Acto seguido empleamos unas dos horas en separar las pieles de la carne, abrir, cortar, separar, en fin, dejar los corderos listos para consumir.
Desayunamos los intestinos pequeños, fritos, y el hígado recubierto de grasa, a la brasa. Nos pasamos tres días enteros comiendo fuera de horas solo cordero, en sus diferentes formas. Se aprovecha absolutamente todo, no se tira nada.
Al día siguiente llegan muchos familiares, los primos, hermanos, tíos, abuelos y abuelas, un montón de gente. Y por fin llegó el día de comer las costillas asadas al fuego lento de las brasas. Realmente todo lo que comimos durante estos días estaba rico, pero a veces echaba a uno un poco para atrás. La higiene no estaba muy presente que digamos, todo se hacia por los suelos, se toqueteaba, se mordisqueaba, y el hedor constante dentro de la casa hacía que cuando llegaba el plato delante de mí a veces mi estómago se revolviera ligeramente. Pero como decir que no cuando todos te miran esperando que des el visto bueno con un expresivo Mmmmmh? Decir también que mi estómago aguantó gallardo, e incluso fue durante estos días que empecé a beber agua de los grifos marroquíes.
Madre, que costillas!
Riquísimas, tiernas y sazonadas unas cuantas horas con una serie de especies orientales que le daban este nosequé tan especial.
Este día familiar si que fue un tanto tradicional.
Los hombres, unos quince, estábamos en la sala comedor grande, que siempre estaba cerrada con llave, como para salvaguardar su condición de extraordinaria.
Las mujeres mayores estaban situadas en otra sala comedor, un tanto más pequeña y menos cargada de decoración. Y las mujeres jóvenes estaban en la cocina, unas preparando el siguiente plato a servir, las otras limpiando todo lo servido.
Los hombres no podíamos ir a la habitación de las mujeres, y tampoco las mujeres a la de los hombres. A cada plato que se servía le precedía una serie de cánticos y rezos. Con los ojos cerrados y las manos juntas encima del regazo los hombres entonaban frases extasiantes y llenas de musicalidad. No sabia lo que decían pero en algunos momentos se me ponía la piel de gallina y los ojos llorosos. Es una de las grandezas de la música.
El resto del día lo dedicamos a beber té, comer más cordero y hablar a lo árabe de temas que seguro que eran serios.
En fin, han sido unos días tranquilos y divertidos donde he podido ver, en mi condición de espectador, como es la vida tradicional de una familia marroquí. Han sido cinco días donde he podido charlar largas horas sobre política, economía, asuntos sociales y religión con los hombres y de relaciones sentimentales y costumbres con las mujeres. Percatándome hasta que punto es machista esta sociedad, que aunque las generaciones crezcan sin velo y un poco más libres de mandamientos islámicos no dejan de tener en su cultura un fuerte respeto a la religión. Y es qué no es como en casa, que unos no creen en dios, los otros si pero no practican, aquí aunque no se vaya a la mezquita cinco veces al día su corazón y su interior respetan las palabras de dios y su profeta.
Pero hay un pequeño truco, las palabras de dios pueden tener diferentes interpretaciones. Así que si saliendo de la mezquita puedo hacer un trago de vodka mientras miro siluetas femeninas prohibidas. O si en nombre de Ala puedo matar seres creados por él mismo.
No pasa nada.
Seguro que leyendo el Coran del revés los días de luna llena de los años bisiestos encuentro alguna enmienda que me libre de los pecados.
Es lo que tienen las instituciones religiosas, que como el dinero, son un cáncer social y pervierten la humanidad y la espiritualidad propia de nuestra especie.
La despedida de mi familia marroquí fue amarga, me contuve de llorar. Si no me hubiera contenido hubiera llorado durante un largo rato. Hubiera llorado por ellos, por los de casa, por mis amigos y amigas, por la irracionalidad, por las injusticias, por el amor del que no tiene dinero para suplirlo. Por la humanidad entera hubiera llorado!
Ahora estoy en Rabat, desde hace ya demasiados días, esperando el visado que no llega.
Pero esta historia es harina de otro costal y si me pongo a contar más cosas es como si no hubiera contado nada.
Como dicen por aquí: "Safi"
Hasta luego!