Dejo de viajar 2
25/03/2013
En Banjul, esta ciudad que mas que la capital parece un polígono industrial, centro de negocios de importación y exportación, donde se encuentran libaneses, mauritanos, y de otras nacionalidades vecinas haciendo negocios de todo tipo.
Estoy un par de días que aprovecho para actualizar la web y pasear con mi amigo Abdulaie, inmigrante de Guinea que malvive como puede.
De Banjul a Serrekunda, la gran ciudad de Gambia, que aún no sea la capital tiene aires de serlo.
Al ser una gran ciudad no sé si me será fácil encontrar alguna familia bondadosa que me acoja. Hago como habitualmente, donde me deja el transporte que me ha llevado hasta aquí me siento en algún lugar.
En África la vida se vive enteramente en el exterior, ya sea dentro de los patios de las casas o en la calle, dentro de casa solo se entra para dormir. Por eso siempre hay gente sentada en la calle formando grupos de amigos que vienen y van, en grupos que se forman cada día. Suelen ser amigos los más jóvenes y vecinos de tienda los más mayores. Algunas mujeres tienen sus puestos de verduras, café o pescado ahumado que en los momentos de la comida mutan en restaurantes y después otra vez en tienda; ellas charlan mientras se van trenzando el pelo y acunando a los pequeños; bailando al ritmo de la música de la tienda de DVD de al lado que se mezcla con la de los coches que pasan a dos dedos de sus puestos, dando a la comida ese toque crujiente de arena.
Sentándome así en cualquiera de estos sitios y saludando en la lengua local no pasan muchos segundos que empieza alguna conversación, y les cuento las aventuras y desventuras del pequeño saltamontes.
Me preguntan donde voy a dormir; "No lo se", y enseguida alguno de ellos lanza una solución que me suele agradar. Es así como termino pasando una semana en casa de Pandari y su familia. Donde viví la situación mas incómoda hasta la fecha.
El penúltimo día antes de seguir camino descubro que me falta dinero y empiezo a sospechar y a poner señuelos durante el día y descubro al culpable.
Un primo con el que comparto cama.
Decidí contarlo a uno de los primos, estaba un poco nervioso, no sabia la cantidad exacta que me faltaba y acusar a alguien que te está acogiendo en su propia casa solo con tu palabra no te hace sentir nada confortable.
Después hablé con la familia y convoquemos una reunión para el día siguiente, para hablar con el supuesto culpable. La mañana siguiente llegó y el culpable admitió el delito. La abuela se deshizo en disculpas, este chico avergonzó a toda la familia, deshonrándola con este misero robatorio a un extranjero, un huésped aceptado por los mas mayores y acogido como un hijo.
La cosa terminó así, evidentemente el dinero ya estaba en manos ajenas y era imposible recuperarlo, para ellos era una gran cantidad, para mi no mucho.
Al día siguiente continué y ya casi lo he olvidado.
Una vez han pasado las situaciones difíciles y las miras con perspectiva te ríes y ya tienes ganas de doblar la siguiente esquina y conocer la nueva calle.
De Serrekunda me propuse cruzar el país de Oeste a Este y entrar en la región de Casamance, otra vez en Senegal por Basse, la ciudad del Este, y aún me quedaban unos quince días de visado.
Así me puse otra vez en la carretera, parando en Bulock unos días viviendo con los diolas, en Kalagi con los mandingas y en Soma con los fula. Al abandonar la región de la costa y de las ciudades empiezas a conocer la Gambia tradicional, donde aun siguen vivas muchas tradiciones de antaño. En las puertas de las casas y los negocios se empiezan a ver todo tipo de amuletos y espantapájaros diversos.
En Gambia se le tienen un respeto tremendo a los marabúes, que a diferencia de Senegal no son hombres santificados, sino que mezclan la teología del Coran con tradiciones animistas propias de los Diola y Madingas.
La gente cuando precisa alguna cosa, suele ser dinero o salud, o destrozar la vida de alguna persona, o si se siente poseída por algún espíritu maligno consulta a los marabúes que lanzan su sortilegio ayudados del Coran y de unas piedras con poderes.
Tuve la oportunidad de ver como se desposeía a una mujer de este espíritu maligno y la verdad es que se te ponen los pelos de punta al ver la mujer inconsciente, hipnotizada, convulsionándose por el suelo con los ojos en blanco.
Un primo con el que comparto cama.
Decidí contarlo a uno de los primos, estaba un poco nervioso, no sabia la cantidad exacta que me faltaba y acusar a alguien que te está acogiendo en su propia casa solo con tu palabra no te hace sentir nada confortable.
Después hablé con la familia y convoquemos una reunión para el día siguiente, para hablar con el supuesto culpable. La mañana siguiente llegó y el culpable admitió el delito. La abuela se deshizo en disculpas, este chico avergonzó a toda la familia, deshonrándola con este misero robatorio a un extranjero, un huésped aceptado por los mas mayores y acogido como un hijo.
La cosa terminó así, evidentemente el dinero ya estaba en manos ajenas y era imposible recuperarlo, para ellos era una gran cantidad, para mi no mucho.
Al día siguiente continué y ya casi lo he olvidado.
Una vez han pasado las situaciones difíciles y las miras con perspectiva te ríes y ya tienes ganas de doblar la siguiente esquina y conocer la nueva calle.
De Serrekunda me propuse cruzar el país de Oeste a Este y entrar en la región de Casamance, otra vez en Senegal por Basse, la ciudad del Este, y aún me quedaban unos quince días de visado.
Así me puse otra vez en la carretera, parando en Bulock unos días viviendo con los diolas, en Kalagi con los mandingas y en Soma con los fula. Al abandonar la región de la costa y de las ciudades empiezas a conocer la Gambia tradicional, donde aun siguen vivas muchas tradiciones de antaño. En las puertas de las casas y los negocios se empiezan a ver todo tipo de amuletos y espantapájaros diversos.
En Gambia se le tienen un respeto tremendo a los marabúes, que a diferencia de Senegal no son hombres santificados, sino que mezclan la teología del Coran con tradiciones animistas propias de los Diola y Madingas.
La gente cuando precisa alguna cosa, suele ser dinero o salud, o destrozar la vida de alguna persona, o si se siente poseída por algún espíritu maligno consulta a los marabúes que lanzan su sortilegio ayudados del Coran y de unas piedras con poderes.
Tuve la oportunidad de ver como se desposeía a una mujer de este espíritu maligno y la verdad es que se te ponen los pelos de punta al ver la mujer inconsciente, hipnotizada, convulsionándose por el suelo con los ojos en blanco.
También se empiezan a ver los Kankoras, espíritus que pueden ser buenos o malos. Los buenos protegen al pueblo, las cosechas, a los niños que van a ser circuncidados en la ceremonia que se convertirán en adultos, etc. A la mayoría de los Kankoras se les puede ver por las calles de vez en cuando.
Estaba en Bulock, sentado con mis amigos tomando el fresco de la noche saheliana y empecé a oír unos chillidos, aullidos muy agudos que provenían de una cierta distancia detrás de mí, ahora se oían, ahora no, ahora mas cerca, y se alejaban.
Con los gritos también oía un sonido metálico, como de espada. Me gire de repente, no vi nada, y miré a mis amigos que se reían de mi cara de espanto.
Es el Kankora que está recorriendo el pueblo asustando a los niños para que se vayan a dormir y tengan unos felices sueños, espera un ratito y vendrá aquí.
Me puse a mirar en dirección a una luz tenue que iluminaba la carretera y de repente, iluminado por la luz tenue aparece un ente peludo, de pies a cabeza, con rastas largas que cubren todo su cuerpo y su rostro; en las manos lleva dos machetes que va blandiendo en el aire mientras corre como un loco arriba y abajo, golpeado los machetes entre si y contra el suelo con furia.
A partir de este día los he visto en repetidas ocasiones, durante el día, los puedes llamar, y se ponen delante de ti blandiendo los sables, mientras tu vas recitando una serie de palabras en mandinga, tu no lo sabes pero te esta limpiado el alma.
Estos días en el interior de Gambia me sirvieron para tener el primer contacto con las tradiciones animistas, que se irán repitiendo y aumentando a partir de aquí y durante todo el viaje que sigue, ahondando cada vez más en ellas.
También empiezan a encontrarse con tabúes marcados por las culturas, son reglas que hacen las veces de regulación en la convivencia entre etnias y de leyes tradicionales de otros tiempos. Como por ejemplo, las mujeres no pueden comer huevos ni plátanos durante los meses de gestación, tocar tambores el lunes trae mal augurio, los niños pequeños de la etnia fula no pueden comer la cabeza del pescado, algunos no pueden beber leche los sábados, entre muchísimas otras.
La manera de viajar despacio y viviendo con la gente te permite, no solo saber estas y otras muchas cosas que en realidad se pueden encontrar en los libros de antropología, sino vivirlo y verlo de primera mano, y de poco a poco, no te das cuenta y, tu también te ves siguiendo estas reglas, una vez sigues estas reglas de manera inconsciente descubres muchas otras que las siguen. Y vas entrando más y más dentro de la sociedad que te acoge, dejando de ser turista, dejando de ser viajero, siendo uno más.