Amigos para siempre (Casamance)
04/04/2013
Era un Jueves, 4 de Abril de 2013 y me levanto de mañana temprano, como es la habitud africana. Antes de que salga el sol y haga hervir al propio infierno, los asnos, gallos, cabras y ovejas empiezan sus cantares, velares y cacareos matutinos que son acompañados por el sonido de las mujeres al barrer el patio, con esa escoba pequeña de rastrojos atados; barriendo con esta capacidad africana de curvar el cuerpo en cualquier dirección.
Los hombres nos levantamos más tarde, cuando el desayuno ya esta listo y cuando el cubo de agua para lavarnos esta en su sitio y lleno.
En general no se puede abrir la boca hasta que no te has lavado, es considerado una falta de respeto y portador de malos augurios; pero no hay manera de acostumbrarme, no consigo pasar al lado de la mujer que ha achicado el agua del pozo por mi sin darle los buenos días y preguntarle como a amanecido, terminando con un "gracias" normalmente incomprendido.
Hoy me marcho.
No me marcho contento, ni tampoco triste, o puede que sean los dos sentimientos a la vez.
Después de mi poco más de un mes de estancia en la isla psicotrópica con mis amigos y familia, trabajando y disfrutando, pero también sufriendo como nunca antes, me marcho con un mal sabor de boca.
No sé si lo he entendido.
No sé si mi amigo es mi amigo o si todo es por interés, y, si es así, hasta que punto me han manipulado, hasta que punto este show de Truman era real o si solo estaba dentro de mi cabeza, fruto de mis paranoias y fantasmas creados por la desconfianza propia de la cultura de los blancos, sobretodo cuando entra el dios dinero en juego.
Me tengo que ir.
Solo así podré salir de aquí para observarlo con perspectiva y reflexionar sin contaminación.
Me despido de mi padre y madre, mi hermano y mi hermana mayores y de mi hermana menor, que tiene una de las sonrisas más bellas que recuerde.
Y que bonito es acordarse de alguien por su sonrisa. No puedes no sonreír al mismo tiempo que te la imaginas.
Me subo a la Vanette de veintidós plazas a sabiendas que no va a ser un día fácil; bueno, no lo sé seguro, pero tengo unos kilómetros por delante y una frontera que cruzar, con cambio de moneda y de idioma. Y hace un calor que te sudan hasta la uñas.
Y así es, unos cien kilómetros en seis horas; incómodo trayecto, en fin, como la mayoría.
Llego a Velingara, Kolda, región de la Casamance, la más próspera de Senegal en turismo, industria y recursos naturales.
Pero no tengo ni un duro y estoy tremendamente agotado. Pensaba encontrar algún banco con Visa en la ciudad fronteriza, que es la más grande del este de Gambia, pero no ha sido así.
Ya es la quinta vez que me quedo sin dinero en este viaje. En tres de las veces he utilizado los tres billetes de cincuenta euros que guardaba para la ocasión, pero esto ya forma parte del pasado.
Nunca sé con certeza donde voy a encontrar la siguiente máquina expendedora de billetes apta para europeos, y cuando me quedo bastante tiempo en el mismo lugar no suelo pensar en el dinero que llevo.
Lo tengo bien merecido.
Hago de mis tripas corazón y me pongo a andar por las calles, para situarme, observar y tener las primeras impresiones. De hecho no pienso en quedarme aquí, es tarde, dormiré y mañana seguiré directo a Ziguenchor esperando no encontrarme una barricada en la carretera de los rebeldes y sus AK 47, a quién todos temen.
Calculo que allí podré disponer de dinero, mientras tanto, tendré que hacer malabarismos y apañármelas como pueda para pasar esta noche y mañana llegar allí.
El importe del transporte hasta Ziguenchor es superior a lo que tengo, esto sin contar que tengo que dormir en algún sitio y comer hoy y mañana.
Una opción es dormir en la calle - no tengo fuerzas para ir a casa de alguien y comportarme como es debido, eso es, con amabilidad y respeto; y a la mañana siguiente hacer autoestop, que descarto, ya que es poco probable llegar el mismo día al destino, me llevaría unos dos días más, con el consiguiente gasto de comer y dormir que esto supondría. Aunque durante estos cinco meses de viaje casi nunca he pagado por comer y dormir no suelo contemplar esta opción, a pesar que sea la más probable.
Pues eso, que voy andando por las calles, y de repente:
- Ei! Tubab!- escucho repetidas veces detrás de mi, con insistencia y a los gritos.
Esta expresión la oyes cada día, muchas veces en Senegal y Gambia y al cabo de un tiempo te cae simpática cuando alguien la pronuncia.
Pero debajo de este sol bendito y cansado como lo estoy te sienta como una declaración de guerra.
Con estas que me giro rechistando entre dientes y solo me faltó ver a un chico joven montado en una moto y con rastas.
Normalmente cuando viene a tu encuentro un chico joven, con rastas y ademanes de tío cool es para “ayudarte”, ya que eres un turista blanco.
Mira por donde que yo no soy un turista -aunque claro está que él no tiene porque saberlo- y no preciso de la ayuda que él pueda ofrecerme.
De todos modos, valiendome de la educación de pago que recibí y con la premisa de que toda persona es inocente hasta que no se demuestre lo contrario me acerco a saludar.
Acabadas las salutaciones africanas, que van más allá del cómo estas él me pregunta que demonios hago aquí, yo le cuento mis andanzas y termino pasando más de una semana compartiendo habitación con él, en la casa de una familia acogedora donde las haya.
Para mi sosiego hay en Velingara una sucursal bancaria recién inaugurada.
De esta manera el destino -o cómo queráis llamarlo- me vuelve a guiñar el ojo recordándome una vez más que las situaciones aparentemente difíciles siempre tienen solución, que los estereotipos y prejuicios son solo eso, prejuicios; y sobretodo, que la suerte sonríe a los valientes.
De estos hermosos días de descanso y reflexión post-experiencia psicotrópica me voy directo a Ziguenchor donde soy alojado por cuatro cooperantes franceses en su bonito apartamento donde pude cagar sentado, limpiarme el culo con papel, tomarme una ducha donde el agua cae por encima de ti y no de un antiguo recipiente de mantequilla y dormir en un colchón de espuma y no de sacos cosidos entre sí y rellenos de paja.
Para la ducha les robé champú Head and Shoulders de mango con un montón de cosas buenas para el organismo, los pelos, la piel, etc.
Pero no se lo digáis a nadie eh!
Calculo que allí podré disponer de dinero, mientras tanto, tendré que hacer malabarismos y apañármelas como pueda para pasar esta noche y mañana llegar allí.
El importe del transporte hasta Ziguenchor es superior a lo que tengo, esto sin contar que tengo que dormir en algún sitio y comer hoy y mañana.
Una opción es dormir en la calle - no tengo fuerzas para ir a casa de alguien y comportarme como es debido, eso es, con amabilidad y respeto; y a la mañana siguiente hacer autoestop, que descarto, ya que es poco probable llegar el mismo día al destino, me llevaría unos dos días más, con el consiguiente gasto de comer y dormir que esto supondría. Aunque durante estos cinco meses de viaje casi nunca he pagado por comer y dormir no suelo contemplar esta opción, a pesar que sea la más probable.
Pues eso, que voy andando por las calles, y de repente:
- Ei! Tubab!- escucho repetidas veces detrás de mi, con insistencia y a los gritos.
Esta expresión la oyes cada día, muchas veces en Senegal y Gambia y al cabo de un tiempo te cae simpática cuando alguien la pronuncia.
Pero debajo de este sol bendito y cansado como lo estoy te sienta como una declaración de guerra.
Con estas que me giro rechistando entre dientes y solo me faltó ver a un chico joven montado en una moto y con rastas.
Normalmente cuando viene a tu encuentro un chico joven, con rastas y ademanes de tío cool es para “ayudarte”, ya que eres un turista blanco.
Mira por donde que yo no soy un turista -aunque claro está que él no tiene porque saberlo- y no preciso de la ayuda que él pueda ofrecerme.
De todos modos, valiendome de la educación de pago que recibí y con la premisa de que toda persona es inocente hasta que no se demuestre lo contrario me acerco a saludar.
Acabadas las salutaciones africanas, que van más allá del cómo estas él me pregunta que demonios hago aquí, yo le cuento mis andanzas y termino pasando más de una semana compartiendo habitación con él, en la casa de una familia acogedora donde las haya.
Para mi sosiego hay en Velingara una sucursal bancaria recién inaugurada.
De esta manera el destino -o cómo queráis llamarlo- me vuelve a guiñar el ojo recordándome una vez más que las situaciones aparentemente difíciles siempre tienen solución, que los estereotipos y prejuicios son solo eso, prejuicios; y sobretodo, que la suerte sonríe a los valientes.
De estos hermosos días de descanso y reflexión post-experiencia psicotrópica me voy directo a Ziguenchor donde soy alojado por cuatro cooperantes franceses en su bonito apartamento donde pude cagar sentado, limpiarme el culo con papel, tomarme una ducha donde el agua cae por encima de ti y no de un antiguo recipiente de mantequilla y dormir en un colchón de espuma y no de sacos cosidos entre sí y rellenos de paja.
Para la ducha les robé champú Head and Shoulders de mango con un montón de cosas buenas para el organismo, los pelos, la piel, etc.
Pero no se lo digáis a nadie eh!